Julián Mitre
Para ahorrarme tiempo y dinero en mi casa no hay
televisión por cable, pero cada vez que me encuentro frente a una tv con muchos
canales caigo en la tentación de hacer zapping.
La mayoría de las veces no hay nada interesante aunque de vez en cuando uno se
encuentra con ciertas joyas, como la que descubrí hace un par de semanas
llamada Baby Blood, dirigida en 1990
por Alain Robak y que al parecer es la primera cinta gore hecha en Francia.
La historia gira en torno a Yanka, una joven de 23 años que vive junto a
su esposo cerca de un circo en el cual ambos trabajan. Extrañas circunstancias
hacen que un ser alienigena se introduzca –vía vaginal- en el cuerpo de la joven y ella termine con
una especie de embarazo. El ser necesita sangre humana para sobrevivir y bajo
amenaza de muerte obliga a Yanka a asesinar hasta que llegue el momento de dar
a luz. La comunicación entre Yanka y el alienígena es telepática y aunque la
muchacha al principio se resiste a matar, conforme pasa el tiempo se va
mostrando más cómoda, a la vez que se crea un lazo afectivo entre “madre e
hijo” que resulta ser una de los puntos más interesantes del guion.
Aunque sin llegar al nivel del ultragore alemán, que estaba en su apogeo cuando se filmó Baby Blood, la película tiene varias
escenas con una cantidad de tripas y sangre bastante aceptable. Con una clara influencia de It’s Alive –que según recuerdo en
Canal Cinco nos la pasaban con el título de El que no debe nacer– Baby
Blood es una obra que lo tiene todo
para ser de culto: es europea, de bajo presupuesto y con un guion aceptable que
se mueve entre el terror serio y el cómico todo aderezado con sangre, tripas y
un poco de sexo, por lo tanto hay que verla.