Julián Mitre
Frank Miller es uno de los autores de cómics más importantes del siglo
pasado, quien junto a otros artistas como Neil Gaiman o Alan Moore le dieron un
tono más a adulto al noveno arte a partir de la década de los 80.
La obra de Miller, cruda,
violenta, oscura y con un toque de crítica y sátira ha sido llevada al cine en varias ocasiones en
las que incluso ha participado como guionista, asesor o hasta director. Hoy, en
nuestra cuarta parte de la serie dedicada a cómics y cine,cuyas entregas
anteriores pueden leer dando clik en los títulos siguientes: Con
C de Condón Asesino, Con
S de Scott Pilgrim vs the World, Con
C de Castigador; vamos a hablar de
la que considero la mejor adaptación de su trabajo a la pantalla grande.
El primer acercamiento de
Frank Miller al cine se dio en 1987 cuando escribió el guion para Robocop 2, el
cual fue cambiado cuando los productores consideraron poco viable su filmación,
a pesar del enojo, Miller también escribió el guion para la tercera parte de la
saga, solo para ver nuevamente como su historia era desechada.
Miller se alejó por completo
del cine hasta que, algunas décadas más tarde, el buen Robert Rodríguez y su
compadre Tarantino lo convencieron, cortometraje en mano y la promesa de ser
guionista y codirector del proyecto, de llevar filmar Sin City, el cómic noir de
Frank Miller.
Frank Miller’s Sin City es la adaptación de las historietas: La chica vestía de rojo, Ese bastardo amarillo, Un duro adiós y La gran masacre.
Las historias, repletas de
políticos corruptos, sicópatas, caníbales, detectives, antihéroes, y
prostitutas ninja, mezclan la estructura clásica del cine noir con el humor
negro y la violencia propias de los estilos de Rodríguez y Tarantino con una
estética que remite inevitablemente a la novela gráfica.
Como aficionado a los cómics, he aprendido que no se debe esperar que una adaptación cinematográfica sea idéntica al producto original, pues la diferencias entre un medio y otro lo hacen casi imposible, y por ello solo debe exigirse que se respete el espíritu de la obra adaptada. Pero Frank Miller’s Sin City rompe las barreras entre el mundo del noveno y el séptimo arte y demuestra que tres mentes maestras trabajando en equipo con total esmero pueden llevar al cine un cómic sin que este no solo conserve su esencia, sino absolutamente todo, pues incluso los personajes resultan prácticamente idénticos al papel.
En este punto me veo obligado
a hacer una pausa para dejarme llevar por la nostalgia. Era el año 2005, yo ya me
encontraba enamorado de algunas historias de Sin City como: Un duro adiós, La
gran masacre y una dama por la que mataría, ya era fanático de Tarantino y de
Robert Rodríguez y fui al cine con una emoción pocas veces igualada. Me
recuerdo embobado de principio a fin, sintiendo que más que una película estaba
viendo un cómic en movimiento.
La experiencia de verla en
cine resulta inigualable, pero la película es tan buena que igualmente puede
disfrutarse en la pantalla del televisor y sin la necesidad de conocer
previamente el cómic en el que se basa, pues tanto el guión como la dirección y
la fotografía son magistrales.