Julián Mitre
Tenía cinco años cuando vi, en la sala de la hermana mayor de mi madre, rodeado de primos y tíos, todos reunidos en torno a una televisión y un reproductor Beta, la primera cinta del director Peter Jackson, que era a la vez la primera película gore de mi vida.
La trama es de lo más
sencilla: Un grupo de extraterrestres llega a un pequeño pueblo con el fin de
convertir a sus habitantes en hamburguesas. Las mutilaciones, decapitaciones y
los sesos como aperitivo son el fuerte de la película. A pesar de mi corta edad
durante años recordé casi en su totalidad sus escenas y su genial título
“Picadillo” aunque el original sea Bad Taste, escrita, dirigida y producida en
1987 por Jackson.
A finales de los 90,
cuando mi gusto por el gore y el cine z ya era una adicción que me hacía viajar
unas tres horas en camión cada domingo al mercado de las Vías para conseguir
algunos filmes con un tal “Mr Brown”, el único dealer de este tipo de cine que
conocía en San Luis, fue que me reencontré con Jackson y su cinta más
sangrienta “Tu mamá se comió a mi perro” (Braindead de 1992), considerada una
de las más sangrientas de la historia. La escena de la podadora requirió 300
litros de sangre falsa. Se trata de una historia de zombies llena de humor
negro, una de las primeras mostrar muertos vivientes recién nacidos o teniendo
sexo.
Más tarde me encontraría
con la más original de su trilogía splatter: Meet the Feables , del 89 (está sí la conocí con su nombre
original), un musical con marionetas al estilo de los Muppets pero con sexo,
drogas, gore y muy mala leche.
Conocí muy temprano el
cine de Jackson aunque tardé mucho en saberlo, cuando lo pude disfrutar con el
ojo del amante del cine gore, él ya estaba a poco de convertirse en un director
más comercial con El señor de los anillos,
King Kong y el Hobbit, y aunque sigue siendo un gran director siempre echaré de
menos las tripas y la sangre de sus primeras obras.