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Columna

Fonocapturas|| ¡SALTE DEL MEDIO!

Néstor Pompeyo Granja

Los géneros musicales suelen estar anclados a cierto bagaje letrístico, ideológico, contextual o de cualquier otra índole. La mayor parte del tiempo esto ocurre porque los géneros y subgéneros surgen como respuesta a factores socioambientales que al final terminan formando parte de su sonido y estructura. Es así que el metal, por ejemplo, se encuentra asociado a un estilo de pensamiento, valores y comportamiento muy diferentes a, digamos, los del hip-hop. Pero de cuando en cuando surgen proyectos que buscan resignificar dichas estéticas para proponer otros diálogos, que pueden ser desconcertantes pero efectivos. Este es el caso de Las Sucias.

El reggaetón es un género que ha sido denostado en muchos circuitos musicales, por sus características técnicas y por los temas que aborda. Y justo por eso, parecería difícil hacerlo converger con corrientes tan lejanas entre sí como el punk, la brujería afrocaribeña o el feminismo; y sin embargo, todo eso sucede en este álbum compuesto, interpretado y producido por Danishta Rivero y Alexandra Buschman. En él, la condena a los preceptos heteropatriarcales se materializa en forma de hechizos vigorosos, sexuales y llenos de grrrl power. Pero dicha actitud no está sólo en sus letras —incendiarias, cínicas, burlonas—, sino en su manera de atacar los beats y patrones característicos del reggaetón para destruirlos por completo y devolverlos en una versión ralentizada (¿rebajada?), lenta, pasada por capas de distorsión y noise. El tratamiento de las voces sufre una deconstrucción similar: el típico efecto chocante del autotune es aquí reemplazado por el reverb y los ecos múltiples que dan una ilusión ritual a las canciones.

El disco consta solamente de cuatro temas, pero supera los treintaitrés minutos en su totalidad. Las rolas son largas, monótonas a propósito, como si quisieran que la repetición de sus percusiones tribales activaran la magia: una magia ancestral que se invoca con aullidos y perreo empoderado. No es broma. De hecho, ellas parecen saber muy bien hacia dónde se dirigen, por eso se permiten el humor, la sátira e incluso los chistes simples, sin comprometer jamás la seriedad de su propósito. Porque aquí no hay nada que no haya sido planeado de antemano: todas las armas elegidas para construir el concepto son una decisión consciente que supone un acto de apropiación de herramientas enemigas. Porque ellas perrean, sudan, gozan su sexualidad, pero lo hacen desde la autonomía, la libertad y a su propio ritmo. Y ese ritmo es puro poderío sucio, enérgico y exorcizante.

Por cierto, ¿qué el rocanrol no se trataba de eso? Es pregunta seria…

Las Sucias, “¡Salte del medio!” [Ratskin Records, 2016].

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