Néstor Pompeyo Granja
Hay
discos que son como la lámpara de Aladino: cuando la aguja frota los
surcos, algo inesperado se libera. “Wilderness of Love” es
de esos discos. El asunto es que aquí no hay genios dispuestos a
cumplir ningún deseo; aquí las presencias se liberan en forma de
ecos difusos y una instrumentación brumosa. La experiencia de
escucha se parece un poco a caminar por un bosque lleno de neblina,
justo antes del amanecer: el oyente aguzado percibirá de inmediato
una serie de detalles en capas y sonidos inesperados, que pueden
provenir de cualquier fuente y de cualquier parte, pero que en su
espontaneidad —aparentemente casual— llevan una lógica armónica
que intensifica el misterio del paisaje.
Un
detalle importante en la estética de este álbum, es que la banda ha
tenido la agudeza de elegir una multiplicidad de instrumentos para
revestir sus canciones. Sería fácil caer en la trampa de clasificar
esto simplemente como un rock de ecos sesenteros, pero esa dotación
instrumental, astutamente dosificada, es la que invoca con delicadeza
a los espectros del folk, la psicodelia, el blues y el goth, para
redondear su hechizo. Y además la elegancia de sus arreglos es tal,
que su sonido nunca cae en la saturación, sino todo lo contrario:
las canciones, en su formato último, parecen seguir una lógica
minimalista. Sí, hay mucha instrumentación, pero jamás aparece
toda al mismo tiempo. Es pura alquimia e inteligencia compositiva.
Hay
discos que son como la lámpara de Aladino: cuando la aguja frota los
surcos, se liberan fantasmas. “Wilderness of Love” es de
esos discos. Está lleno de espíritus brujos y viejos, muy viejos.
No son malvados, pero sí despistados: llevan consigo la vibra de
miles de condenas a las que ellos, eternos, ya se han habituado, y
por eso las cantan con calma y paciencia. No se dan cuenta de que su
folk gótico puede enfermar de susto, de melancolía, a quien escucha
desde este plano. ¡Ah, qué fantasmas tan
canijos!
Shadow
Band, “Wilderness of Love” [Mexican Summer, 2017].