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Columna

LAS GLOSAS Y LOS AZARES §LXVII. ODA PARA DEMETRIO (EL CHAMÁN DE LA VOZ)

Gonzalo Lizardo

Pero volvería a Italia —si termina la pandemia— no solamente para visitar jardines. Escucharía música hasta cansarme: clásica, contemporánea, pero sobre todo rock: de ese que solo allá sabían hacer. El progresivo italiano de los 70 me conmocionó tanto como a otros el punk. Los traumas de la posguerra y la reconstrucción enmarcaron esa época, la del Partido Comunista y la Democracia Cristiana, la de Calvino y Pasolini, la de Sofía Loren y Alberto Burri. Un caos fertilísimo que vio florecer a una camada extraordinaria de músicos, jóvenes virtuosos de pelo largo que se treparon al tren de la contracultura —amor, paz, utopía— sin renunciar a su gloriosa tradición musical.

Caracterizadas por su feroz sincretismo, no hubo límites armónicos, lingüísticos o ideológicos que estas bandas no rompieran. Amplificaron la realidad social con ecos mitológicos, entre sus fugas barrocas florecía el jazz eléctrico y los cantos tribales se enredaban entre monodias gregorianas. Álbumes como Concerto Grosso de New Trolls o Zarathustra de Museo Rosenbach nos ofrecen aventuras auditivas que asombran la razón tanto como las emociones, que se piensa con el cuerpo mientras nos acaricia las neuronas.

Sin duda, la figura emblemática del movimiento fue Demetrio Stratos, Il maestro della voce: un cantante italiano (nacido en Alejandría) que en su breve carrera (murió a los treinta y cuatro) transgredió los límites fisionómicos de la garganta humana y rescató el potencial libertario, ritual de la voz. Un chamán que se convirtió la “buena vocalización” en algo más que un bello instrumento: porque nuestra voz, más que ser bella, debería “liberarnos de la condición de oyente y espectador a la que la cultura y la política nos han acostumbrado. Este trabajo no debe tomarse como una escucha pasiva, sino como un juego en el que arriesgas tu vida”.[1]

Dicen que la noticia de su enfermedad (derivada de la leucemia) conmocionó al movimiento. Sus colegas y sus seguidores organizaron un concierto, el 14 de junio de 1979, para financiar su hospitalización, que al final resultó infructuosa. El evento fue memorable, incluso para mí, que solo pude vivirlo a través del disco que hoy escucho.[2] Dicen también que en Milán hay una calle con su nombre. Tengo el proyecto de viajar hasta ahí para sentarme en una esquina, con uno de sus discos bajo mi brazo y su voz inhumana resonando en mi sesera.[3]


[1] Stratos, Demetrio, dalle note introduttive a “Metrodora”. Collana DiVerso, n. 5, 1976.

[2] En Youtube puede verse un documental amateur sobre el evento
(https://www.youtube.com/watch?v=PF4if3xfzjM )

[3] Por ejemplo:
https://www.youtube.com/watch?v=fR5HMahcLhA&t=14s

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