Gonzalo Lizardo
Anteayer, al terminar
la consulta, mi doctora me interrogó: “Así que usted es escritor, ¿y qué libros
me recomienda? No quiero cuentos ni novelas, sino algo serio: filosofía, ciencia,
historia de las religiones”. Molesto por su altanera fobia, iba a recetarle el
ensayo donde Kundera revalora la función de la novela frente a la crisis moderna
de la filosofía, pero preferí sugerirle “dos excelentes títulos, que leí en la
cuarentena, y que tratan sobre historia del arte, religión y libros prohibidos”:
Herejes, de Leonardo Padura y El viaje de Baldassare, de Amin Maalouf.
Ignoro si cayó en mi alevosa pero sincera trampa: las dos obras son
notables por su tema, por sus personajes, por su habilidad para entretejer los
datos históricos con la imaginación literaria. Y ambas refieren hechos muy
dramáticos del siglo XVII, desde perspectivas casi opuestas, casi
complementarias, como si quisieran suscitar en el lector una reflexión
existencial.
La más compleja y barroca es Herejes,
del cubano Leonardo Padura,[1] que entreteje
dos historias separadas por cuatro siglos: por un lado, la búsqueda del
exdetective Mario Conde, quien recorre La Habana tras un óleo atribuido a
Rembrandt; por el otro, las desventuras del verdadero autor de ese cuadro, el
judío Elías Ambrosius, quien a escondidas de su religión aprende con Rembrandt el
arte de la pintura. Frente a la ortodoxia ciega y cruel que imponen los dogmas
—sea el castrismo o el judaísmo—, la novela nos sugiere que la única
alternativa legítima es volverse herejes, cuando se quiere satisfacer en
secreto las aspiraciones más sinceras.
Menos ambiciosa en apariencia, El
viaje de Baldassare del francés-libanés Amin Maalouf[2] nos
transcribe el diario de un librero genovés mientras busca un libro que tuvo en
sus manos y dejó escapar: El centésimo
nombre, de Mazandarani, donde se devela el “verdadero” nombre de Alá.
Perseguido por amar a una mujer abandonada y por perseguir un libro maldito,
Baldassare debe enfrentar la furia y la intolerancia de todos los credos.
“Cuando la fe se convierte en odio, benditos sean los que dudan”, concluye, dando
voz a todos los herejes de este mundo:[3] cabe
sospechar que en este mundo, sólo aquel que duda —y no quien cree a ciegas—
puede amar sinceramente.
Por eso dudo que mi doctora lo entienda.
[1] Padura, Leonardo, Herejes,
Tusquets Editores, México 2013.
[2] Maalouf, Amin, El viaje de
Baldassare, Alianza Editorial, Madrid 2012.
[3] Una coincidencia más enigmática emparenta las dos novelas: su
alusión a Sabbathai Tsevi (1626-1676), un rabino judío que afirmaba ser el
Mesías pero que, obligado por el sultán otomano, abjuró de su fe, abandonó a
sus seguidores y se convirtió al Islam.