Connect with us

SUSCRÍBETE

Columna

LAS GLOSAS Y LOS AZARES LXI. PERMUTASOL Y LA RUBEOLA X

Gonzalo Lizardo

Anoche yo era muy joven, recién casado, sin hijas. Vivía con mi esposa en la azotea de una vecindad, en un cuarto lindo, con libros en sus huacales, macetas en el patio, atardeceres de lujo. Era feliz, quizás demasiado, hasta que ella me abrazó y advertí el fervor que manaba de su cuerpo. “¿O sea que tengo el virus?”, preguntó ella cuando medí su temperatura: “pero no hemos salido, nadie nos visita, nadie…” y se desmayó a media frase como muñeca de trapo. Cuando la arropé en la cama, advertí en su cuello una gavilla de ampollas fosforescentes, y supe que debía pedir ayuda por teléfono.

—Buenas noches —me saludó la doctora en turno—. Sí, ¿qué síntomas? ¿Cuántos grados? ¿Vértigo? ¿Pústulas fijas o móviles? Me lo temía, sí: ella tiene rubéola x, el virus de Brasil. No tema: si pudo marcar a la clínica significa que usted es inmune. Así que vaya y búsquele Permutasol, tres miligramos, tres dosis, vía intramuscular. No, aquí ya se agotó; sí, es caro pero casi nunca falla, créamelo.

Tras prometer a mi esposa que volvería pronto, bajé a la calle, que encontré abarrotada de silencio, ausencia y abandono. Algo anda mal, pensé, temeroso de que me asaltaran. Las tiendas, las casas y las cafeterías parecían barcos fantasmas, sin pasajeros pero con los faros prendidos. Varios bultos inquietantes humeaban bajo los portales, donde hallé una farmacia abierta. Como nadie me atendía, me asomé por encima del mostrador y tendida en el piso vi a una mujer de bata blanca, muerta quizás o infectada. Se encendió entonces un televisor para mostrarme a un hombre negro, calvo y con gafas redondas, que me saludó muy solemne, sin abrir los labios:

—Buenas noches, señor Lizardo. Mi nombre es Permutasol y le informo que desde hace años nuestro país se puso en cuarentena a causa de la rubeola x, una enfermedad muy difícil de diagnosticar, porque el virus que la causa no afecta la carne sino las neuronas de la percepción. Por eso el paciente se cree sano y supone que los demás están enfermos, y todo le parece un sueño, como el que nos rodea. Ahora mismo, si me escucha y advierte unas luciérnagas que brotan de mi boca y caminan sobre mi rostro, es por culpa del virus, pero no debe preocuparse, enseguida lo arreglamos…

Entonces entendí, es decir, recordé la pandemia letal que surgió en Sao Paulo y azotó al mundo entero, cerrando fronteras y aeropuertos. Primero nos confinaron en nuestras casas para evitar contagios, y luego en cápsulas de hibernación auspiciadas por la OMS. Alimentados por vía intravenosa, ahí nos refugiamos a perpetuidad, con el cerebro enchufado a una realidad virtual donde podíamos trabajar a discreción, aprender idiomas, visitar museos, ver en vivo a Bowie, descifrar el manuscrito Voynich o sustituir a Marco Antonio en el lecho de Cleopatra.

—Por desgracia, a veces falla el software de la cápsula y empiezan las pesadillas —concluyó Permutasol con su voz de Lawrence Fishburne—. Pero ya hemos arreglado el suyo, señor Lizardo, así que puede volver cuando desee a su vida normal.

Entonces desperté. Antes de tiempo, quizás.

_______

* Ilustración original: Paolo Eleuteri Serpieri, “Druuna. Morbus Gravis I”.

S U S C R Í B E T E

Sé TESTIGO

DESTACADOS

DE LA B A LA Z. CINE GORE

Columna

TRAZOS DISPERSOS PARA ÓSCAR OLIVA

Columna

DE LA B A LA Z. LA TETRALOGÍA DE PEDRITO FERNÁNDEZ

Columna

ESPEJO DE DOBLE FILO: POESÍA Y VIOLENCIA (RESEÑA)

Poesía

S U S C R Í B E T E

Sé TESTIGO

Todos los derechos reservados © 2024 | Los Testigos de Madigan

Connect
S U S C R Í B E T E

Sé TESTIGO