Connect with us

SUSCRÍBETE

Columna

LAS GLOSAS Y LOS AZARES XIII. “El desertor” o los tambores de la guerra

Gonzalo Lizardo

Anoche soñé con tambores: un redoble de bombos y atabales, timbales y tarolas que se acercaban a mi lecho hasta hacerme despertar. No ocurrió una, ni dos, sino tres veces: justo como pasa con los sueños visionarios. “Los tambores de la guerra”, me dije al recordar ese rencor que inunda, incontenible, nuestra vida cotidiana: desde la calle hasta la casa, pasando por las escuelas, las redes sociales, la vida política, conyugal o literaria.

Eran las cuatro cuando me levanté, ensombrecido, a lidiar con el desvelo. “La solución no puede ser el odio”, me repetía sin poder demostrármelo. Quise leer el I Ching pero nada me dijo, como tampoco el Zarathustra y ni siquiera el Ulises, lo cual me hizo a pensar que el asunto era grave, casi apocalíptico. Sólo vislumbré una salida cuando me puse los audífonos. No fue a la primera, ni a la segunda, sino a la tercera canción que escuché Le deserteur, de Boris Vian: la carta que un soldado escribe a su presidente antes de enrolarse en su batallón: “Pero mi presidente / no quiero hacer la guerra / yo no vine a la tierra / para matar a nadie”.

Entonces comprendí. Cuando la tensión social llega a sus límites críticos, la guerra se vuelve inminente y necesaria: “la guerra es la higiene del mundo”, ya lo dijo Marinetti, con frialdad futurista. Por eso los tambores de mi sueño, por eso tanta discordia entre chairos y fifís, entre Trump y la UE, entre Tangananica y Tangananá. “Sin importar en cual frente estallen los cañones, pronto tendrás que enrolarte”, supuse con angustia, consciente de que jamás cumpliré, punto por punto, los requisitos de ningún bando. “Siempre serás un hereje, sin que a nadie importen tus razones, así que prepárate para el exilio o el gulag, a menos de que puedas disparar contra tu amada o contra tu hermano, contra tu vecino o contra ti mismo, si la causa te lo exige”.

“Aquí ya no hay lugar para un hombre viejo”, suspiré, convencido de que la solución no debe ser el Odio, nunca, por más que el Amor sea una especie más extinguida del planeta. A cambio de robarme la esperanza, esta conclusión me trajo serenidad. Los tambores de la guerra se acercan, eso lo sé, aunque espero equivocarme. He vivido, amado, leído y escrito más que suficiente, pero no me rendiré. Sea cual sea el frente de combate, acudiré a la batalla sin abandonar mi trinchera. Pero, si te toca ser mi enemigo, te lo advierto de una vez: no llevaré armas; cualquiera podrá dispararme a matar.

S U S C R Í B E T E

Sé TESTIGO

DESTACADOS

DE LA B A LA Z. CINE GORE

Columna

TRAZOS DISPERSOS PARA ÓSCAR OLIVA

Columna

DE LA B A LA Z. LA TETRALOGÍA DE PEDRITO FERNÁNDEZ

Columna

ESPEJO DE DOBLE FILO: POESÍA Y VIOLENCIA (RESEÑA)

Poesía

S U S C R Í B E T E

Sé TESTIGO

Todos los derechos reservados © 2024 | Los Testigos de Madigan

Connect
S U S C R Í B E T E

Sé TESTIGO