Gonzalo Lizardo
Un viaje perfecto requiere de un
equilibrio perfecto entre premeditación, espontaneidad y fortuna. Así lo
entendimos a finales de 2017, cuando mis hijas y yo viajamos a Roma por puro
placer erudito, con la intención de conocer ciertos lugares que nos parecían
infaltables (como el Jardín Botánico o la Gallería Borghese), pero también para
improvisar: salir a la calle con las pupilas y las neuronas al acecho. Una
estrategia que resultó feliz, especialmente aquel domingo que yo planeaba
visitar la iglesia Sant Ivo alla Sapienza —obra maestra de Borromini, el
arquitecto hiperbarroco—, pero por mala suerte encontré que estaba cerrada, sin
letrero que lo justificara o que avisara su reapertura.
Sólo por no
desanimarme decidí explorar los alrededores y a los pocos pasos la fortuna me llevó
hasta la librería Editrice ASEQ: un
amable santuario para aficionados al hermetismo, la filosofía gnóstica y otras
heterodoxias. Ahí desenterré, algunas horas más tarde, dos gemas editoriales:
los Sonetti Alchemici de Francesco
Maria Santinelli y el Mutus Liber,atribuido a Isaac Baulot. La primera
obra, integrada por diecisiete sonetos de gran ingenio; la segunda, por quince
grabados sin ningún texto que alumbre su sentido, excepto el título y la misteriosa
frase: “Reza, lee, lee, lee, relee, trabaja y encontrarás”.[1]
Esa misma
tarde, mientras los hojeaba en el metro, pude percibir la correspondencia casi
mágica entre ambos libros. Que yo descubriera esas dos obras justo en la misma
librería —a diez mil kilómetros de mi casa— sería una insulsa casualidad si no
fuera porque los sonetos de uno se ilustraban perfectamente con los grabados
del otro. Supuse que aquello era una señal, sobre todo cuando empecé a traducir
los versos de Santinelli, que ilustran el proceso alquímico como alegoría de la
metamorfosis: la transmutación del Caos en Orden, del plomo en oro, de la
Naturaleza en Arte. Un proceso con poco valor literal pero con una densidad
simbólica, psicológica y poética palpable desde el primer soneto, donde se
describe el caos cósmico pero también el inconsciente humano: la amorfa semilla
que contiene, en potencia, todas las formas (tal como caben, en cualquier
viaje, todos los azares):
¿Qué era el
Caos? Una congerie sin forma
donde se
almacenaban, descompuestos,
tan ajenos al
Caos que los conforma,
los elementos,
en túrbido compuesto.
Era sombra y cuerpo, cuerpo ascendido,
sin regla, sin
movimiento ni forma;
horrible,
inoperante, incomprendido
en la
deformidad que lo deforma.
Era Mar antes que el mar existiera,
era Cielo sin
ser del cielo extracto
y Tierra,
cuando la tierra Agua era.
Era asilo de los contrarios, albergue intacto
de materia
incierta por dentro y fuera:
un Todo en
potencia, Nada en el acto. [2]
[1] Baulot, Isaac, L’Alchimie et son Livre Muet, J. C. Bailly Editeur, Aubenas
d’Ardèche, 1996, p. 67.
[2] Santinelli,
Francesco Maria, Sonetti Alchemici e
altri scritti inediti, Edizioni Mediterranee, Roma 1985, pp. 37-38.