Connect with us

SUSCRÍBETE

Columna

LAS GLOSAS Y LOS AZARES XLV: LA INVOCADORA DE SUEÑOS

Gonzalo Lizardo

En su novela El palacio de los sueños, Ismaíl Kadaré nos describe un país imaginario tiranizado por un sultán que recolecta, selecciona e interpreta los sueños de sus vasallos, para así anticipar y suprimir cualquier intento de subversión en su contra. Esta fábula expresa en clave literaria una sospecha: que nuestros sueños no son un simple desvarío del cerebro, sino un mensaje cifrado de vida o muerte, indicio de nuestros miedos o anhelos, imagen profética, palabra de los dioses o instrumento de dominación, como plantea Kadaré.[1]

Esta misma fascinación por los sueños caracteriza los fotomontajes que Grete Stern (Eberfeld 1904-Buenos Aires 1999) realizó entre 1948 y 1951, durante su exilio en Argentina. Publicadas en la revista femenina Idilio, estas imágenes expresan las pesadillas cotidianas que padecían las mujeres de la época, enfrentadas siempre a situaciones de agobio, conflicto y parálisis. Una ama de casa atrapada en el grito de un hombre, una muchacha constreñida entre las volutas de un caracol, un muñeco que exhibe su desnudez ante una asustada joven, una dama que levita sobre un solitario, diminuto planeta.

Por sus asociaciones de elementos disímiles, estas imágenes parecen derivar de la estética surrealista, según la cual la imagen es una creación del espíritu que nace del acercamiento de dos realidades más o menos alejadas, con el fin de expresar el funcionamiento real del pensamiento, como sostenía André Breton.[2] Sin embargo, el efecto poético que producen los Sueños de Stern no se agotan con la “extrañeza surrealista”. En cada ilustración, gracias a la pericia técnica de la artista, se hacen visibles los temores psicológicos más hondos de sus contemporáneas. Para conseguirlo, Stern tiene que reinventar un género fotográfico —el fotomontaje—, al que define como “la unión de diferentes fotografías ya existentes, o a tomarse con ese fin, para crear una nueva composición fotográfica”.[3] Medio siglo antes de que el Photoshop trivializara el oficio, esta técnica permitía experimentar con la composición y unir los elementos más inverosímiles, a través de una ciencia y una paciencia dignas de un alquimista.

Al igual que otros grandes pioneros del fotomontaje, como John Hartfield o Josep Renau, Grete Stern fue una “artista de ideas” que aprovechó su ojo estético, su lucidez y su pericia técnica para fraguar una obra insólita y abismal. A semejanza de Kadaré, la fotógrafa argentina le concede a los sueños un gran valor simbólico, aunque, al revés que el albanés, Sterne confía en que los sueños no reforzarán el poder del sistema sobre los individuos, sino al revés: le permitirán, a cada mujer, la capacidad de leer su alma y fortalecerla frente al sistema que la oprime, a veces con su complacencia y consentimiento.


[1] Kadaré, Ismaíl, El Palacio de los Sueños, Alianza Editorial, Madrid 2007.

[2] Breton, André, Antología (1913-1966), Siglo XXI, México 1973.

[3] Stern, Greta, Sueños, Ediciones del Círculo de Bellas Artes, Madrid 2015, p. 11.

S U S C R Í B E T E

Sé TESTIGO

DESTACADOS

DE LA B A LA Z. CINE GORE

Columna

TRAZOS DISPERSOS PARA ÓSCAR OLIVA

Columna

DE LA B A LA Z. LA TETRALOGÍA DE PEDRITO FERNÁNDEZ

Columna

ESPEJO DE DOBLE FILO: POESÍA Y VIOLENCIA (RESEÑA)

Poesía

S U S C R Í B E T E

Sé TESTIGO

Todos los derechos reservados © 2024 | Los Testigos de Madigan

Connect
S U S C R Í B E T E

Sé TESTIGO