Gonzalo Lizardo
Cuando un
mexicano como yo viaja a Buenos Aires, se asombra al descubrir que sus
librerías le dan a la historieta más espacio e importancia que las nuestras.
Gracias a eso pude recuperar Los mitos de
Ctulhu, la inolvidable adaptación de Lovecraft dibujada por Alberto
Breccia, y adquirir completa la obra suprema del cómic argentino: El eternauta, una novela escrita por H.
G. Oesterheld y dibujada por Solano López que se publicó por entregas en la
revista Hora Cero Semanal, entre los años de 1957 y 1959, durante la dictadura
militar autodenominada la “Revolución libertadora”.
El eternauta narra dos
historias que se involucran entre sí. La primera comienza cuando a Oesterheld
se le aparece en su estudio un personaje fantástico: un navegante del tiempo,
un peregrino de los siglos que le pide asilo y a cambio le confía su relato: la
historia de una invasión alienígena que comenzaría una noche de 1963 (o sea, en
el futuro) cuando una nieve fosforescente cayó sobre Buenos Aires para (casi)
exterminar a sus pobladores. Esta historia plantea, por tanto, “la muerte
totalizadora en escala, la catástrofe universal” que coloca a sus personajes en
una “situación Robinson”: aislados “por una nada que en este caso no es el mar
sino la Muerte”.[1]
De ese modo,
Oesterheld consuma una conjunción barroca de géneros: la autoficción se
amalgama con la profecía para inducir una paradoja que las convalida: cuando el
eternauta se reencuentra con su mujer y su hija, olvida fatalmente las
tragedias que ha vivido y Oesterheld comprende que todo es cierto: “Esto
significa que la nevada mortal caerá sobre la tierra en 1963… que, dentro de
cuatro años, los Ellos descargarán sobre nosotros su espantosa invasión”, y
sólo podrá conjurarla publicando el relato de su visitante. Por lo tanto, el
hecho de que la invasión alienígena no ocurriera en 1963 comprueba que fue real
en otro tiempo (o universo) paralelo: el universo de la fábula literaria, donde
lo alegórico predomina sobre lo literal.
En ese sentido
no es descabellado leer El eternauta
como un sueño oracular: un vaticinio de la invasión “interna” que Argentina
padeció entre 1976 y 1983, esa dictadura que nadie pudo conjurar y que hizo
desaparecer a miles de ciudadanos, entre ellos a H. G. Oesterheld, quien así
consumó, en 1977, su presentido encuentro con el Apocalipsis.
[1] Sasturain, Juan, “El Eternauta, la aventura y la historia”, en H.
G. Oesterheld y Solano López, El
eternauta, Editorial RM, Hong Kong 2010.