Irene Ruvalcaba
Los
higos saben a leche. Al dolor de los que ocupan nuestras sombras. En
ese lugar oculto a lo que los ojos ven. El pasado no da aviso, el
pasado no tiene orilla. A
los muertos les ofrecemos tempranas flores blancas. La vida es magma
gris moviéndose en el cuerpo. El higo abierto presenta a sus hijos.
El ambiente prepara su caza, parece que va a llover, parece que no
lloverá. En el campo un ruido de ocelote.
Ingrid
Bringas es un tigre. Habita pastizales con líneas cerúleas. No
vuelve la cabeza hacia atrás, ataca de frente. En su poesía, nada
de amor, nada de muerte. Sólo ecos, sombras, tumbos, fantasmas.
“Arrastrando un cadáver detrás de mi-quebrándose / por un dolor
ajeno”
1
escribe Ingrid, y pienso en su dolor
¿ajeno? ¿Se contra-dice?, ¿dice en contra? Ingrid
Bringas, poeta que carga huesos de cuerpos no enterrados, cuerpos que
ven la muerte en superficies boca arriba.
Supongamos
que hay algo después de la muerte. Como algo previo a la palabra.
Como la cicatriz del nacimiento.
Espacio donde la poeta balbucea
y grita: “dedicándole cada grito que daba / gritos prehistóricos
de heridas que llevaba en la piel”. Inicio es siempre indicio,
sobra una letra. A semejanza de las palabras, las personas somos
partículas de nuestra hueca descendencia.
En
aquel momento, la voz como su sombra dijo: “estaba yo también
muerto por dentro, sentía correr / la sangre en mis manos / la
lluvia me decía cosas”. En el mundo de la
certeza
los objetos son imaginarios.
Así ahora: en el
dolor la muerte no está. En el poema la muerte no es. Permítanme un
homenaje a Ingrid Bringas y a la poeta que vive en su moribundo estar
vivo: una oda al cuerpo que descubre una elegía.
Gruñe
un tigre, lo humano se expande y mutila su casa. La poesía se guarda
entre las ramas de la higuera. No es tiempo de cantar al pesar, es
tiempo de disecar, tiempo
de la vid desabrigada.
Al final este poema consagra su abolengo: “quería escribir un
poema acerca de la eternidad / pensé en la taxidermia, la piel, el
papel.”
La
leche se
amarga y el corazón le canta al tigre embalsamado. Ningún ruido.
1
Ingrid Bringas, Objetos
imaginarios, Pinos Alados,
2017, México.
*Ilustración
de Ilse Ovalle.