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Columna

Poesía entre lilas //Jacqueline Goldberg: Malcolmia triloba

Poesía entre Lilas 3

Irene Ruvalcaba

La poesía observa el mundo con catalejos microscopios. Aleja lo lejano, acercándole. Con distancia, aproxima lo íntimo. Es más humana —aún— que el ojo que mira, que la mano que sujeta la pluma. Siente, palpita, saborea. No hay metáfora que valga ni instrumento científico que la capte, existe y es ahora, siempre en presente, rítmica como los veintidós segundos que tarda nuestra sangre en circundarnos.

Por transfusión, Jacqueline Goldberg mezcla humores de vida y muerte, de cuerpo y poesía: la sangre y la música; el plasma y la imagen. Es una alquimista de las palabras, cirujana de la imagen y maga de microorganismos corporales. Confusión y fusión con la escritura. Flor cadáver que inocula con su luz.

Hematología poemática que predestina al cambio cíclico y líquido: “La sangre alimenta malos augurios, / forcejea con la inútil constancia de los husos.”1 Enrollándose como filamento levísimo, fragilidad justa de anestesia. “La sangre es expiación. / La veas o no. / La huelas o no. / La mastiques o no.” La sangre desinfecta su existencia terrosa, es en sí misma nuestra fe. Nos conoce más que nosotros a ella, gana desde dentro, estalla en flores, la sangre está presente. Es la presencia. Síntoma y hematoma del espacio en que poeta y biografía se juntan.

Recordemos su alarmista presencia, su fulgor: encuentro por incisión, por golpe o por extracción. “Su desbordamiento ha de ser el día más ajado. / Convida cierto poder / —médicos y asesinos lo saben—.” Su mancha es acumulativa, explosiva y corrosiva. Escribimos con latidos la sangre del amor y del miedo. “Siglos mintiendo sobre linajes.” La riqueza no radica en color ni trasparencia.

“Sobrevalora filos de espada, / cuchillos, dagas, bisturís. / Dice de un zumbido seco.” Silencio de lo que derrama, ave que vuela con lentitud de musgo, todo lo llena y lo marca, hace de la purificación su arma letal. Se vuelve mansa imagen de lo fijo: “Ha de ser también flor. / Fría o caliente, da igual.”

Goldberg pregunta: “¿Hay confusión en quien aspira a una muerte sin sangrado?” Difícil saberlo. Lo único que tenemos es la pura idea de que la muerte agotará la sangre. “A todos toca un parpadeo, / un poco de gasa y charco.” Tiempo de hospital en el que nos suministramos litros de voluntad.

Proteína de anhelo: “Hablemos de una sangre / que no escampa, / que baste a la luz.” Examinemos esa sangre de recuerdos, cápsula ancestral y descendiente que está siempre a flor de piel.

1 Jacqueline Goldberg, Perfil 20, Digo.palabra.txt, Caracas, Venezuela, Chicago 2016.

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