Irene Ruvalcaba
El
aviso suele ser un sol que a la mañana se levanta. Como canto
diabólico que muerde dulcemente con sus dientes de leche. Como
encontrar a tu compañero del jardín de niños asesinado en plena
calle. El silencio ya no sostiene el día y el ruido está cansado de
gritos y ladridos estruendosos, la voz susurra su expiación de
olimpo en la ciudad que palpita verdades como soplo del corazón. El
aviso suele ser una caída súbita del sueño: el despertar.
En
ese sentido, la poeta María Ángeles Pérez López no vuelve sus
pasos para ver novedad sino constancia, no se cansa del trascurrir de
las semanas con sus días; al contrario, recorre con ímpetu, reposa
su tedio en el ritmo de un poema que vuelve sobre sí mismo, sobre
sus antepasados y sobre sus amantes venideros. “Amanece el día y
los zapatos. / El sol es una herida transparente, / incisión que
suturan las abejas / con su amor al hexágono y al polen.”1
Parecido es el amor a la herida original de la existencia, marca que
nos deja ser víctimas del azar. Como un cipsela prendida al viento
que la sostiene.
El
sol es una herida que viene a recordarnos el letargo sin finales que
es la vida. “En las perchas sin cuerpo, entre las mondas / de la
noche olvidadas en la calle / liba la luz su resplandor más alto, /
la claridad que baja, compasiva, / a borrar los ladridos, las
lesiones, / el miedo que amorata el despertar.” Desaparece la ley
nocturna y el día barre las aceras de los nombres de las sombras,
detiene su motor de prisa y concede pausa innecesaria, pero, otra
vez, cíclica: vital.
Mientras
lo amoroso es un caballo perdido entre montañas y verdes matorrales,
la carne sobrevive con duraznos prendidos de sangre y minutos que
calientan el decir: “Belleza intransitiva y luminosa / frente al
negro motor con que la noche / combustiona el anhídrido carbónico.”
Que se glorifica en el tránsito lunar y el cómico desenlace del
oráculo.
Imposible
perderse en el oscuro crin del caballo que se azuza con la
imposibilidad del uno. Sólo alas grises de moscas transitorias, así
como la poesía y la edad que tienen nuestros huesos. “Respiración
y néctar en la llaga, / el tajo, el enfisema que es vivir / y que
aguarda violento en su dulzura.” Y que con segura distancia un día
se apagará.
1
María Ángeles Pérez López, Álgebra
de los días, Rafaello
Editore, 2017, Rimini, Italia.
*Ilustración
por Ilse Ovalle.