Irene Ruvalcaba
Cuando
el árbol genealógico se queda huérfano, no arraiga en el cuerpo.
Las manzanas otoñales hacen mal. Constriñen la garganta. El
alimento, otra vez,
se
tarda demasiado en llegar o no llega nunca. Sin embargo, la tarde
avanza como el ritmo de los días y su oscuridad decisiva. Todo
inquietante flujo se sosiega.
Con
nostalgia, la poeta María
Luisa Iglesias poda
el atardecer.
Arranca
el corazón de las manzanas, amontonamiento mínimo de tragedias.
Nubes púrpuras que derraman luz fría para el corazón frío.
Árbol
convertido en albor.
Atardecer
del séptimo día1
es
el viaje borroso de la memoria, camino entre circuitos de un corazón
adolorido. Amar es desatender la ausencia que no desaparece.
Naturalmente, los pies se descubren cencerros y van dejando huellas
en las que se ha de perder el alma, adentro de ese lugar donde: “Hay
un jardín siempre verde con un horizonte de arco iris /Un
árbol cuajado de manzanas” Ahí, en esa densidad, la vida se
abrevia en la multitud y nos arroja al mundo completos y vacíos,
fragmentados pero afines.
Para
la poeta el camino del decir siempre conduce al murmullo que hay tras
el follaje. Canto de olvidada letra, final de un cuento que todavía
no comienza. No hay tiempo para lamentaciones y el miedo se queja en
la esquina fría del jardín, hogar para “unas bestias de aliento
dulce / un sol que calienta sólo un lado del corazón”. Entonces
vienen las voces que alertan, porque aquí no se da nunca paso en
falso y los recuerdos son hojas secas que levanta el viento para
llevárselas a otro jardín. A otro amante. Por eso parece que vemos
todo con solo un ojo, que algo siempre se nos oculta.
Ojalá
gozáramos de
una oración que uniera las partes sinuosas del camino, que regresara
lo dulce a las manzanas.
Sólo nos queda la guía otoñal cuando la luz del día se ausenta,
un montón de hojas arrancadas a ese mapa con el que venimos al
mundo, que podría ser una trampa, “una flor luminosa que no se
puede cortar desde esta orilla”.
1
María Luisa Iglesias, Atardecer
del séptimo día,
Instituto de Cultura del Estado de Durango, México, 2005.
*Ilustración
por Ilse Ovalle.