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Columna

Poesía entre lilas // Reneé Acosta: Angraecum rohlfsianum

Irene Ruvalcaba

Mira el desierto a llamaradas. Mar que borbotea fuego terrestre. Una candela protege su flama de tiempo en pausa. Pasmo de la luz, entrada magna de esa voz que denuncia su guerra originaria, que marca con sangre caliente su paso por el mundo. De pronto, lo que se quema en la hoguera nada purifica. No existe algo que borre las huellas de nuestra descendencia, incluso la estéril, sobretodo la estéril. La voz no te dice nada con palabras, pero te habla con su fuego, ardor vibrato: con la llama de la lengua.

La voz de la poeta Reneé Acosta es un fuego que se alimenta de palabras para llegar al origen que se expande alejándose del yo: repugnante ser que devora todo lo que toca, que siente poseerlo todo, que sopla y que atormenta. Pero el poema de Reneé Acosta no necesita viento para enardecerte, ni es llama contenida que te sosiega. Más que todo y a pesar de todo, la poeta enciende un calor interior que desvela las cosas, por eso vuelve a su voz, poderosa hecatombe.

Escucha esa voz más ancestral que Reneé Acosta refrenda: “Sáciate de palabra /quiébrate en el verbo / de tu presencia incendiaria”1. Responder con ecos de un canto que viene de nuestra impura existencia, nos reconforta como una chispa de infancia, eso que cura la herida y deja la cicatriz.

Escucha la llama: “Desquebrájate. Si encuentras un yo destrúyelo / Acállalo, incáutalo, vuélvelo pasto en la pradera” habita el firmamento y luego vuelve a casa, a ese lugar que te habita a ti. No te olvides del silencio que viene después de un abrazo, de las espirales coloridas cuando la voz enciende el pecho con su canto que es habla. Escucha la brasa viva: “si sabes del tao, date al tao, e incéndiate.”

La poesía de Reneé Acosta es canto que borda y desborda la nada que somos. Quizá por ello, la voz impera “Préndele fuego a tus temores, a tus tendones / incendia la casta de tu firmamento”. Sal al campo para arder mejor con todo.

Escucha las cenizas: “¡Date a la nada que incluso es excesivo! / Nada entonces podrá dañarte.” La flor de fuego destemplará los miedos y calentará lo que a su paso encuentre, tu voz por fin tendrá tu nombre y se podrá ver desde lejos, como llamarada en el desierto.

1 Reneé Acosta, El sentido de las horas. Antología personal 1999-2006, Colección Flor de arena, Universidad Autónoma de Chihuahua, 2008.

*Ilustración de Ilse Ovalle.

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