Irene Ruvalcaba
¿En qué consiste la aprehensión? ¿Es
un pájaro o una jaula o un espejo? ¿Es un dolor? Detenerse a mirar
como en una pesadilla ligera, como en el sereno matutino. Y quedarnos
a contemplar nuestras heridas, lastres y nombres. Perpetuar la imagen
para que la poesía se faculte en la política y el exterior sea
trasformado de verdad. La imagen: en la carta, un perro (cojo) rasga
las vestiduras de El loco.
Investida por la amistad y lo que
persigue tras sus huellas, la poeta Tedi López Mills llama a su
Camarada, a ella, para representarse en su teatro fanático y con
sentido. Entre parvadas de palomas que se levantan, el amigo del
perro cojo atraviesa por hordas de migas de pan y se detiene a mirar
aquellas sombras aladas que dejan tras su vuelo torpe.
Luego de hablar en lenguas extranjeras no
queda para la poeta un afuera más que el adentro, la política es
una nube gris que se pasea sobre su cabeza. Entonces tendrá que
recurrir a decir la verdad entre veladuras. Entonces se le exigirá
la mentira.
Tedi López Mills responde: “Se me
notifica: / es tonto el tropo del perro cojo / pues qué sigue, /
pero no es tropo ni perro / simple de la pata tiesa / con mi amigo /
sino escolta o cadena o refugio”.1
Un deseo que sólo en las cenizas de la muerte llega a ser fantasma.
Hay algo en común entre las nubes y el
gorgoteo del vapor; algo en el amigo del perro cojo y su némesis, la
poeta. Algo que no consigue ser real ante lo visto, pero que se
anticipa a nuestras congojas para dejar testimonio de la tierra que
pisamos, “sin embargo / habrá que tildarlo de artificio / para
desarreglar las latitudes / de la compasión / cuando sobrevenga / de
un mes a otro y mi amigo / me pida las explicaciones del caso”,
cuando miramos al cielo ante el dolor de lo que nos arrastra como un
caracol, ruido de nuestra marejada que no deja de pedir Democracia
¿para qué? ¿para quién?
Soltar es mirar con ojos que vuelan alto,
para mezclarnos con las causas sin dejar huellas, para volver a
mirarnos desde el otro lado del espejo y no sentir miedo ni dolor ni
angustia. La lección de la poeta viene con el cierre circular del
poema: “y yo lo ignore avistando de nuevo / al perro cojo en una
curva.” En esto la poesía fue, es y será Revolución.
1
Tedi López Mills, Amigo
del perro cojo, Editorial
Almadía, México, 2014.
*Ilustración
por Ilse Ovalle.