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}}}pssst, pssst, Madigan… (10)

Alejandro García

…1919, Marcel Proust publica A la sombra de las muchachas en flor, el segundo tomo de  En busca del tiempo perdido. Ese mismo año Gallimard imprime el primer tomo, Por el camino de Swann, el cual había aparecido en 1913 en editorial Grasset, gracias a los recursos económicos del autor. Ghislain de Diesbach, en su libro Marcel Proust, da una puntual crónica de ese año en la vida de tan fundamental figura, hoy, de la narrativa contemporánea. En primer lugar sus diferencias con su editor Gallimard, a quien constantemente acusó de descuidos y erratas en las ediciones y de mal trato en las condiciones económicas (su 18% por derechos de autor se calculaba no sobre el precio al público de 7.50 francos, que era el precio al público, sino sobre 5, debido a la situación del finiquito de la guerra y eso Proust no acababa de entenderlo). No ayudaban mucho las diferencias entre NRF y Gallimard que en 1919 anunciaron su separación. El impacto de la novela era otro asunto. Impensable que se le considerara como hoy. De hecho, André Gide la había rechazado casi un lustro antes. Después adujo premura en el dictamen y la selección al azar de un fragmento que no le gustó. Había quien descalificaba la obra por su desorden y su atipicidad, por su carencia de estructura o por la vida que llevaba el autor. Los hubo quienes señalaban esas características, pero las consideraban parte de un cambio, aunque casi siempre asumían que no estaban frente a un nuevo estilo. Y estaban, sí, los que abrían la puerta a ese abismo como manera de experimentar de otra manera la lectura y la experiencia literaria. Ese año se le otorgó el premio Goncourt a Proust por el segundo tomo de En busca del tiempo perdido. La votación fue de 6 a favor de Proust y 4 a favor de Roland Dorgelès por su obra Les croix de bois, más acorde con los tiempos de la reciente guerra. Sería interesante saber ahora dónde podemos encontrar esa obra que en aquel año le carcomió el gran reconocimiento a Proust. Así que la gran revolución narrativa, mi querido Madigan, hubo de esperar dos décadas para tener reconocimiento y seguidores plenos entre los lectores. Te pregunto, oh Madigan, padre de desosegadores, quién es el Proust que en el XXI desafía a los hoyos negros?

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