Alejandro García
…Charcas, ¿dónde diablos está Charcas? En San Luis Potosí. Entre la capital y Matehuala. Por los rumbos de Real de Catorce. La deuda de J. Isabel Hernández me ha hecho ir a Charcas, buscarla en el mapa, imaginarla como parte del Altiplano de la entidad vecina a donde vivo. Imagino a la China regenteando una cantina, con su pareja en armonía al principio y después con los asegunes. Imagino al Mono, cuya paternidad desdibujada quedó bajo tierra en Matehuala. Veo a los mineros con su caminar pausado o transportados en vehículos a fin de llegar enteros a donde les den el trago que amodorre el buche de sílice del día. Es el pueblo y son sus individuos, la parte que jala al monte o a la lejanía de lo urbano, allá donde están la madre y el Viejo, la parte que jala a los misterios de la ciudad, el otro espejismo donde el ser humano se embelesa y se juega la vida. El dado apuntó a la Normal. Qué curioso, el magisterio, la enseñanza, cuando se convierte en la tabla de salvación, en la salida del anonimato, en una rendija para conocer el mundo por extensión y no por intensión. Porque en la tierra natal o adoptiva no es pérdida total. Habrá quien no salga de su microrregión de unos cien pasos en su existencia y sea un ser encantador y supercomplejo, pero siempre es más atractivo andar de pata de perro, algo así como que, dijo un primo de Heráclito, nadie se envuelve dos veces en el mismo polvo. Porque La deuda es el llamado de las dos partes, la contemplación y la fuga y, poniéndonos más juguetones, es escapar a la contemplación del terruño y la fuga a la gran ciudad, sólo para después huir de la urbe para refugiarse en el pueblo, en el origen, así sea mediante la enunciación, mediante el mundo que es ideal pues el real se ha escurrido entre los dedos, pero la imagen no es menos real, allí está, construida por los meandros cerebrales de J. Isabel Hernández. ¿Troya o Ítaca? ¿Madrid o Tenochtitlan? ¿San Luis Potosí o Charcas? ¿Matehuala o Charcas? ¿Pueblo Nuevo? ¿Parangaricutirimícuaro? ¿Florencia de Benito Juárez? ¿León? ¿Fresnillo? ¿Salsipuedes? ¿A dónde irás Homero, a que te canten, una vez que ya cantaste? ¿A dónde irás juglar, después de que la plaza te ha sido arrebatada? ¿Dónde quedará el individuo que salió a revolucionar el mundo y regresó con los huesos de los campos de exterminio de todos los colores? Piedra tras piedra vendrá la infancia, la elusiva juventud, la docta muerte, pero antes la palabra, conjuradora, sabia. Sólo te queda ir a susurrarle a Madigan…