Alejandro García
…perdonarás mis veleidades, Madigan,
pero los números se me han metido hasta el tuétano esta mañana. Hoy no llueve,
ayer sí, pero tal vez llueve hoy más que
ayer, allí habrá un mundo que se ahoga en la tormenta, ¿por qué no? Es
el 27 de agosto, un día después del cumpleaños 105 de Julio Cortázar, lunes 26. El 16 de los
corrientes, diría una antigua carta, se nos fue José Ángel “Mantequilla”
Nápoles, el personaje literario emuló en la ficción a un boxeador que fue a
perder en París, ante los golpes del argentino Carlos Monzón. En la ficticia
realidad el combate se realizó el 9 de febrero de 1974, diez años y tres días
antes de que nos abandonara el hombre de los cronopios y las famas (12 de
febrero de 1984). Y sí, el niño nació en Bélgica en 1914. 105 años con Julio.
35 años sin Cortázar. Me aguantará las últimas cifras, Madigan, no pierda la
calma, “La noche de Mantequilla” se publicó en el número dos de Cambio, correspondiente al primer
trimestre de 1976. Después fue incluido en alguien
que anda por allí (Hermes, 1977). El cuento tiene como pretexto la pelea
entre el argentino y el cubano-mexicano, el fajador frente a la pantera, el
duro y el estilista, el grandote y el pequeño. El personaje Estévez debe
entregar un sobre a Walter, quien se sentará a su derecha en la quinta fila. Hazlo
a la hora de máxima tensión. Más bien debe depositarlo en la maleta hippi que
el otro dejará abierta entre ambos. El móvil nunca es explicado, sólo se
entiende que es una lucha entre bandos, a nivel de la intriga, y una entrega a
la manera de “La carta robada” a nivel de los indicios y de los intertextos. En
esa carpa que ha sido montada por Alain Delon para ofrecer un espectáculo, que
al final resultará de un solo lado, pues Mantequilla será prácticamente
embarrado sobre el ring, se da el sacrificio de otro hombre, su
mantequillización, pues ha dado el sobre al hombre equivocado. Walter ha sido
sustituido horas antes, puesto fuera de combate, y el receptor se llevará el
botín para su causa. Peralta está en la carpa también, observa ese quitar un
dulce a un niño, espera a Estévez a la salida y lo lleva a un camino extremo
donde cumplirá la orden. Peralta no es Dupin, aunque sabe lo que se juega al
caer el sobre en el morral. Estévez no es Mantequilla, el que siente simpatía
por él es el falso Walter, pero la derrota y la soledad lo unen al boxeador
enceguecido por los golpes. Y está Julio Cortázar, pendiente, llevando de la
mano a esos personajes del mundo del boxeo que, uno murió en un accidente
automovilístico, el otro después de los asedios de las enfermedades crónicas,
saltan a la inmortalidad como La Maga u Oliveira o como aquellos personajes
perdidos en un barco en medio del océano.