Alejandro García
…Borges lo tenía por uno de los mejores que
había leído: “Los proscritos de Poker Flat”, también haría un prólogo para el
libro en que está incluido, Bocetos
californianos. Richard Ford lo selecciona en Antología del cuento norteamericano. De las afirmaciones siempre
profundas, a veces casi capciosas del gran argentino, rescato tres: “Apadrinó a
Mark Twain que olvidaría pronto su bondad”, que habla por sí sola;
“…melancólica ley: para rendir justicia a un escritor hay que ser injusto con
otros. Baudelaire, para exaltar a Poe, rechaza perentoriamente a Emerson (que
como artífice es harto superior a aquél); Lugones, para exaltar a Hernández,
niega a los otros escritorres gauchescos todo conocimiento del gaucho; Bernar
DeVoto, para exaltar a Mark Twain ha escrito que Bret Harte era “un impostor
literario”. De donde se comienza a colegir que Bret Harte está antes que Twain
y que el destino se ha dedicado a evitarle un lugar mayor en la literatura de
su país. La última idea de Borges tiene que ver con la ausencia de la violencia
como virtud literaria en escritores de Estados Unidos del siglo XIX y que los
que la cultivaron en el XX, como Hemingway, Steinbeck, Cain, encuentran en su
antecesora historia literaria autores dulzones y carentes de fuerza. Para
Borges el problema no está en ese criterio de una generación que, lo sabemos,
no resultó tan perdida, sino en que el romanticismo más que un movimiento
cultural y artístico está asociado a formas de vida, a maneras de enfrentarse a
la realidad. Así la vida de Byron por momentos oscurece su poesía, la
literatura de Hugo se torna inverosímil frente a la figura en crecimiento de
Bonaparte. Y Borges además habla de la visión, de la ventana que abren autores
como Bret Harte en su adentrase a los caminos desconocidos de California, un
siglo antes de que Steinbeck lo hiciera con las furias de las viñas y de los
migrantes. Bret Harte adelanta el western, que al parecer se realiza mejor en
Segio Leone que en Wayne. Al niño Jorge Luis lo asombra a los doce años el
naipe clavado con un cuchillo en el tronco de un árbol, donde se dan los
generales del tahúr Oakhurst, quien ha muerto sepultado por la tormenta de
nieve. Antes ha dejado en la cabaña a un par de mujeres que tampoco sobrevivirán
y ha dado la posibilidad al más joven de que pueda llegar a Poker Flat, de
donde han sido expulsados: el ventajoso jugador de naipes, dos mujeres por sus
actividades públicas, un ladrón de minas y borracho contumaz. Éste huirá cuando
recién llegan los jóvenes Tom y Piney. Madre Shipton se dejará morir de hambre
para heredar sus alimentos a la chica. Oakhurst será consciente de que no
tienen salida, que la nieve acabará con ellos. Sólo uno, Tom podrá volver al
pueblo donde los otros sobrevivientes son apestados. La chica, de acompañar a
su pareja, sólo provocaría que ambos murieran en el intento.