Connect with us

SUSCRÍBETE

Columna

}}}pssst, pssst, Madigan…(32)

Alejandro García

…vi entrar a Eduardo Lago por una de las puertas que llevan al recinto de la quincuagésima primera Feria del libro. Éste es de los nuestros, Madigan, me dije. Al alcance de la mano, atento a cualquier pregunta, dispuesto al intercambio de palabras, generoso en sus comentarios tanto en la extensión como en la profundidad, Eduardo Lago está en Aguascalientes. Probablemente a él le incomode escuchar o leer que es un autor fundamental para lectores de la literatura estadounidense que perdieron la brújula en años recientes y se sumieron en las islas del archipiélago, perdiendo de vista el océano y las conexiones de corrientes superficiales y profundas más allá y más allá del más allá de una literatura que se instauró con insolencia en el siglo XIX y lucha por mantenerse no sólo en el favor del gran público, sino también en la cima de la experiencia estética en el siglo XXI. De entrada me gusta su planteamiento entre David Foster Wallace y Jonathan Franzen, la alternativa entre una obra sin concesiones y una pensada párrafo a párrafo en las diversas aduanas del consumo, una literatura retadora, mordiente, que se acerca a la realidad brutal de los Estados Unidos sin el ánimo paternalista de la denuncia y una cabalgante narrativa que mira a lo decimonónico y hace suspirar a Obama. Está también el reto entre el escritor con mira en lo popular o los bajos registros de la lengua, alejados de la norma prescriptiva y que, a veces, se enrolan en el destino de la nación. No me refiero a ese monstruo poliédrico que es Herman Melville, sí pienso en Walt Whitman y a Mark Twain que sabían que la democracia era más compleja que una guerra o una invasión. Para quien esto escribe, después de la Generación perdida, después de Salinger, venía lo incontrolable: Truman Capote, Richard Brautigan y Donald Barthelme, Raymond Carver, John Cheever, John Updike y su saga del Conejo, Norman Mailer, Philip Roth, Paul Auster. Faltaba por allí esa costilla de origen que significa al decir de Lago “Los reconocimientos”de William Gaddis y su puenteo con Thomas Pynchon y Wallace. Rotundo en sus opiniones, deja paso a la opinión del otro, al gusto, a la experiencia, como diríamos aquí en alguna región: según el lado que masque la iguana. “Walt Whitman ya no vive aquí. Ensayos sobre literatura norteamericana”es una grandiosa fuente de provocación y de reto, es una desafiante ruta de caminos para el viajero amante de carreteras que amenaza con quedarse en las ciudades monumento. Antes de leer este libro uno cree que ha leído a los escritores estadounidenses. Durante y después de la lectura, uno tiene que bajar allanpoescamente la mirada. Ya en el silencio de la lectura del libro, como el changuito del chiste, uno puede regañar a y pelearse con Lago, mas habrá que reconocer que ha logrado su cometido y que la tarea que nos espera de búsqueda y lectura es amplia. Y si uno, vengativo lector, quiere poner riña seria a las afirmaciones críticas de Lago, nada mejor que ir a su narrativa, allí podemos rastrear algunas de sus debilidades: “Escribía porque no me quedaba otro remedio y lo hacía sin intención de publicar. En este sentido cabe decir que durante muchos años los cuadernos de Brooklyn se fueron escribiendo solos. De vez en cuando la escritura magmática que se iba acumulando en ellos se asomaba casi por su cuenta al exterior”. Qué creen, todavía no es la novela, es la transición hacia el universo de “Llámame Brooklyn” en palabras del autor…

S U S C R Í B E T E

Sé TESTIGO

DESTACADOS

DE LA B A LA Z. CINE GORE

Columna

TRAZOS DISPERSOS PARA ÓSCAR OLIVA

Columna

DE LA B A LA Z. LA TETRALOGÍA DE PEDRITO FERNÁNDEZ

Columna

ESPEJO DE DOBLE FILO: POESÍA Y VIOLENCIA (RESEÑA)

Poesía

S U S C R Í B E T E

Sé TESTIGO

Todos los derechos reservados © 2024 | Los Testigos de Madigan

Connect
S U S C R Í B E T E

Sé TESTIGO