Alejandro García
…Las
obsesiones, Madigan, las vueltas del tiempo y de las culpas en el interior del
hombre. ¿Acaso la idea de pecado no lo es? ¿Un zapato, una prenda, una caricia,
un estirón a la pata de vaca? Está presente por lo menos en la Reforma y en la
Contra Reforma, en la cadena del Ser de los isabelinos y en los ejercicios de
encierro de Ignacio de Loyola. Habrá que buscar la manera de quitarse las uñas
de ese gato de las entrañas. Seguro que está, pero ahora lo suelto al aire, no
lo corroboro, en los terrenos de la Iglesia ortodoxa. Trasmuta cuando la
política se convierte en terreno de búsqueda de felicidad y cambia la
percepción del más allá. Llega el momento en que la Historia se encarga de los
actos del hombre, recopila los grandes deseos y los sustentos de ideas. David
Ojeda dice “lo que algunos llaman ascenso de la historia —es decir: su marcha
hacia la culminación salvífica— ha recorrido innumerables laberintos y
vericuetos; lo que ha hecho con frecuencia sólo para encontrar callejones sin
salida o despeñarse. Porque en esta tensión entre progreso y decadencia cifran
muchas fuerzas sociales, mediatizadas regularmente sus miedos y fobias, sus
fantasmas y enemigos, sus luchas para impulsar o impedir cambios, convocar o
combatir revoluciones”. El pecado es llevado a la vida civil, la vida civil se
barniza de pecado. Habrá comunistas que harán convivir a Satanás con la
búsquedas de justicia social y sus riñas. Rodion Romanovich Raskólnikov va y
mata a una usurera, Aliona Ivavnova. Y tiene que matar a la hermana, Isabel,
quien no debería estar en casa. Escapa por los pelos, mas logra no ser visto.
Después sufre una crisis. Cae en un estado de inconsciencia o
semiinconsciencia. Delira. Al despertar se preocupa, no sabe lo que ha dicho
durante su crisis. Le ha llegado algún dinero de su pobre madre. Ella ya le ha
avisado que vendrá a San Petesburgo con su hermana (de él) y tendrá un
casamiento con un hombre de futuro, que también podrá ayudar a Raskólnikov. A
la culpa que está latente por el crimen cometido se agrega la preocupación por
lo dicho durante el soliloquio. ¿Se ha delatado? Consulta con la gente que lo
ha vigilado en esas horas de riesgo de su vida. El joven le comenta que hablaba
de la punta de su zapato y pedía este objeto con obstinación. Uno de los amigos
fue a buscarlo, lo encontró y se lo llevó. Lo abrazaba, no quería soltarlo. El
lector sabe que después del asesinato revisó sus prendas. Las hilachas en que
terminaba su pantalón tenían manchas de sangre. También la punta de uno de sus
maltratados zapatos. Se deshizo de las garras, lo otro quedó allí, sin muestras
aparentes de residuos del cuerpo de la anciana. No ha dicho nada comprometedor.
Está a salvo. Su amigo toma diez rublos para comprarle ropa, como si debiera
estar presentable para lo que vendrá después…