Alejandro García
…desde el pasado, oh, Madigan, lo había tocado ya la voz de la ventura. No dudo que el Premio Nobel de Literatura 2019 para el austriaco Peter Handke (1942) haya sido fundamental para el autor de lengua alemana. Su declaración se matiza a raíz de las protestas por su postura ante las guerras en Los Balcanes: “Al darme el premio sentí tanta paz como energía; pero se volvió difícil por todos estos ataques”. W. G. Sebald (1944-2001), el gran cuestionador de la literatura de los vencidos en Europa después de la guerra, puso a Peter Handke, muy temprano, desde la década de los 70, como uno de los escritores de salida a preocupaciones que venían desde antes de los grandes enfrentamiento bélicos, tanto en el caso de los alemanes del norte, como del sur. En aquéllos encontraba la falta de referencia a la devastación después de la derrota, con contadas excepciones como la de Henrich Böll. En éstos veía la recurrencia de la infelicidad y la condición de frontera de la literatura austriaca entre la normalidad y la anormalidad de las condiciones psicológicas, que también llevaban a la línea divisoria entre ciencia y literatura: leer de Schnitzler a Freud y viceversa, reforzaba. Sebald señalaba dos escritores muy diversos, que aun y con tratar la carencia de felicidad, parecían mostrar una puerta: Bernhard y Handke. Cuando años después apareció “Pútrida patria” o “Terrible patria”, el autor de “Austerlitz” volvió a referirse a Handke. Señalaba un cambio de rumbo después de su éxito editorial sin dar concesiones ni en la construcción del mensaje ni en la referencia a una realidad donde el individuo luchaba por no perderse del todo. Ahora Handke radicalizaba la extrañeza o la especificidad de la obra literaria. En un primer momento, Sebald señalaba que los escritores no enfrentaban la realidad, le daban la vuelta a través del lenguaje. En esta segunda etapa, la realidad sin remedio de la patria sólo podía ser bella a través del lenguaje, el lenguaje construido por Handke. Así corría el riesgo de retirarse de su zona de confort y de un público lector acostumbrado a sus dificultades, pero puesto a prueba en esa realidad alternativa. Sin duda, para Sebald, Handke ajustaba cuentas con el pasado, ese pasado que había lanzado a los austriacos al mundo, al convertirse también Austria en la frontera entre provincia y mundo o en límite que lanzaba a sus hijos a otros territorios. En “Campo santo”, libro editado después de la muerte de Sebald, aparece también un ensayo dedicado a la obra “Kaspar” de Handke. Había aparecido en una revista de 1975. Se acerca más a la perspectiva de “La descripción de la felicidad”. Ahora que es notorio el cuestionamiento no a la obra de Handke, sino a su actitud política y humana, habrá que preguntarse qué tanto lo protege desde el pasado, la viril crítica de Sebald. Habrá que señalar que su postura ha sido clara y pública, no se le ha descubierto o se le ha tenido que denunciar y además ha marcado el uso de métodos similares en uno y otro bando. Tampoco se le ha mencionado como beneficiario por emitir esas opiniones. Su área ha sido verbal. El asunto es peliaguado. Entre los libros que han inundado el mercado con la obra de Handke, todos los de Alfaguara con el estúpido cintillo “La novela más emblemática del Premio Nobel de Literatura 2019” “El miedo del portero al penalti” se ha agotado, “La repetición” se consigue en Alianza, aunque no está en la que lucen en los escaparates de hoy. De “Kaspar” no tengo idea siquiera si esté traducida y publicada en nuestro idioma. En Nórdica se consigue un excelente libro de ensayos “Contra el sueño profundo”; sin embargo, acaso valga la pena buscar mejor la selección con el mismo título de Eterna cadencia editora. Contiene más piezas y un índice más orgánico. Escojo “La guerra no terminó” (1975), donde a partir del “Nuevo tiempo” de Herman Lenz, Handke señala que es uno de los libros que se refiere a la guerra en tiempo presente, no como un fenómeno que nos despierta sentimientos encontrados o que nos lanza a la prehistoria y a la construcción de una épica y de una heroica, sino como algo que está aquí, que nos sucede en el momento de la lectura y nos incita a emitir un juicio a partir de nuestra generación. El planteamiento, sin la fuerza verbal de Sebald, coincide en ese vacío que quedó entre los alemanes conforme sus ciudades fueron destruidas, ellos ya lo habían hecho con buena parte de Europa, Sin duda a la falta de felicidad anterior a las dos guerras, habría que agregarle ese proceso de destrucción continental y cómo los enderezó o los torció. Sebald sabía cómo, también Handke…
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