Alejandro García
…de los años de nacimiento de nuestros padres, Oh Madigan, me llega este par de historias orladas de humor negro y del fúnebre rasguño del poder. Corre 1934, son las 2 de la madrugada, y José Stalin toma el teléfono y llama a Boris Pasternak. Le pregunta por el escritor Ósip Mandelstam. Éste había publicado el siguiente poema: “EPIGRAMA CONTRA STALIN/ Vivimos sin sentir el país a nuestros pies,/ nuestras palabras no se escuchan a diez pasos./ La más breve de las pláticas/ gravita, quejosa, al montañés del Kremlin./ Sus dedos gruesos como gusanos, grasientos,/ y sus palabras como pesados martillos, certeras./ Sus bigotes de cucaracha parecen reír/ y relumbran las cañas de sus botas./ Entre una chusma de caciques de cuello extrafino/ él juega con los favores de estas cuasipersonas./ Uno silba, otro maúlla, aquel gime, el otro llora,/ sólo él campea tonante y los tutea./ Como herraduras forja un decreto tras otro:/ A uno al bajo vientre, al otro en la frente, al tercero en la ceja, al cuarto en el ojo./ Toda ejecución es para él un festejo/ que alegra su amplio pecho de oseta./ Noviembre de 1933.” (Tomo la versión y traducción de José Manuel Prieto, en “Letras libres”, 31 de mayo de 2009). Mandelstam fue aprehendido y enjuiciado por estos versos. En esta ocasión no murió. Más tarde lo volverían (¿o habría que formularlo en singular?) a tomar de su cuenta y falleció en 1938 en el tránsito hacia su lugar de castigo. La primera historia, pues, es la de un poeta que es llevado a prisión y condenado a tres años de exilio y cárcel por publicar un poema. La voluntad del referido en la obra literaria, la gran voluntad, hay ya allí un Gran Hermano, interviene para que quede libre. ¿Cuáles son los caminos del perdón en ese hombre? ¿Se podrá aplicar el ensayo de Montaigne sobre la conducta del vencedor ante el vencido o estamos ante un sendero torcido de la evolución del hombre? La brevedad del poema (16 versos) es inversamente proporcional a su intensidad y a la realidad que denuncia y desvela: la omnivigilancia, el acoso, la arbitrariedad, el servilismo, todo al servicio de ese ente con algunos rasgos de animal. La tosquedad y el instinto aniquilan al resto. La segunda historia es la llamada telefónica, Stalin, sin duda el hombre mejor y más minuciosamente informado, le pregunta en primer término al futuro Premio Nobel (1958) que si Mandelstam es su amigo. También le dice que el caso está resuelto a favor del poeta. ¿A qué juega el hombre más poderoso de la URSS y de buena parte del mundo? Es al gato y al ratón, para utilizar un lugar común o algo muy cercano a Pero Grullo. El giorgiano dice que no han ayudado a Mandelstam sus amigos. Ni siquiera han intervenido en favor de él. Un bolchevique, como el que habla, se juega la vida por los amigos, no duda. Después pasa a indagar sobre la calidad literaria del escritor, presumiendo que es muy bueno en lo que hace. Pasternak entiende el juego, pero entenderlo no da la salida ni siempre un resultado venturoso. El poema es certero en cuanto a que se está frente a una personalidad difícil. Pasternak entiende el primer doble vínculo: si niega la amistad de Mandelstam, el otro podrá acusarlo (o tasarlo) de traidor; si la acepta, el líder podrá tenerlo en sus manos como agente del desorden. Pasternak se escurre, usa las palabras como defensa y como arma camuflada. Stalin se cansa y Pasternak lo entiende. Por fin le dice que le interesaría hablar con él “de la vida y la muerte”. Stalin no tiene interés en Pasternak, le cuelga el teléfono. Durante muchos años, el futuro autor del “Doctor Zhivago” gozará de una suerte que no tuvo Bujarín, quien sí intervino en favor de Mandelstam. A Stalin al parecer no le molestaba la poesía de Pasternak de aquella etapa. Se dice que incluso estuvo tentado a instalarlo en el lugar que dejara el suicida Maiakovski, pero que los aires de independencia de Pasternak lo llevaron a dejar el lugar vacío, tampoco era para tanto, esa poesía no provocaba dolores de cabeza. Imagino el azoro de Pasternak al recibir la llamada detrás de la media noche, el juego del instinto y de la inteligencia, el cómo ponerse a salvo de la cacería de aquel depredador nato. Habría más en la vida de este notabilísimo autor, centro y periferia del affaire “Doctor Zhivago” a partir de 1957. Ésa es otra historia, Madigan, la cuenta Iván Tolstói en “La novela blanqueada. El doctor Zhivago de Pasternak entre el KGB y la CIA”, quién es el mango y quién la cacerola, quién es la zanahoria, quién el galgo, quién el Innombrable?…
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