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}}}pssst, pssst, Madigan…(77)

Alejandro García

…después de una kilométrica y gallarda caminata a lo largo de una avenida que recién han cerrado por deslaves, lo que hace que mis pasos sean solitarios y, a menudo, desafiados por pedruscos de tierra colorada, llego a la plaza comercial que sirve de espacio vacacional a cientos de zacatecanos, servilleta incluida. Entro a Liverpool y tras dos chisguetes de gel y el mismo número de tomas de temperatura, pronto constato que el departamento de libros no se ha alterado con novedades. El encargado, que lanza al aire líquido desde un dosificador, me dice que hay una oferta al final del pasillo. Y es cierto. Se trata de una mesita arrinconada y un pequeño librero. A primera vista no me resulta atractiva. Por fin descubro un título de Tusquets y Rosario Tijeras de Jorge Franco. Me llama la atención el cintillo: “La novela en la que se basa la exitosa serie televisiva”. Dudo entre las dos opciones y me decido por la fidelidad. Un anuncio de grandes letras dice que los libros son a 99 pesos, pero el de Tusquets trae un rondón que señala 149. Ni hablar, el codo decide. Ni hablar, empiezo a recordar la película, yo a las series televisivas o de las nuevas plataformas casi no me asomo. Por la noche decido seguir el camino que tan buenos resultados me arrojó con Conrad. Debo decir que en su momento vi con bastante agrado el film. Recuerdo que la figura de la actriz llenaba a plenitud la pantalla. Eran los años en que nos asombraba lo que había sucedido en Colombia, sin darnos cabal cuenta de que la horda de la violencia preparaba el fuego para los sacrificios en su modalidad mexicana. Volví a sentirme acariciado por la película, por la figura de Flora Martínez, la actriz, por el mundo idealizado de la orgía de sangre que vive buena parte del mundo. Y ya con la memoria fresca de lo que conocí en la primera década, me dispuse a leer el libro. Jorge Franco es ahora un autor distinguido por el Premio Alfaguara. Me olvido un poco de sus blasones y entro a la novela, bastante similar en el cascarón a la película, aunque haya diferencias propias de la estructura y los requerimientos de ambos lenguajes. La película es mucho más cerrada en su mensaje: el ajusticiador de Rosario en el cine nos lleva a un círculo vicioso del que no se sale, a menos que estés muerto. En cambio el libro es más propio de los diversos pisos del edificio social. Desconozco lo que hayan hecho con la obra en la serie televisiva y lo que ésta sea en este otro lenguaje. Ya tras la lectura rápida y atractiva de la novela, tres o cuatro horas, asocié al personaje, Rosario Tijeras, con La Reina del Sur y Lady Metralla. Las tres son mujeres exitosas en el mundo del narcotráfico: la primera en Medellín, Colombia, como sicaria; la segunda como sinaloense que va de Culiacán a Europa y se convierte en vendedora, regresa a México y se pierde muy probablemente como testigo protegido, y la tercera como pieza funcional de los narcotraficantes, entre otras cosas como un enlace que normaliza las actividades ilegales y lava el dinero, sin renunciar a sus posibilidades de violencia. Y pensé, he allí un triángulo de mujeres inmortales, heroínas, duchas en e amor y en el manejo de las armas. Algunas sobrevivientes, otras que mordieron el polvo se ven en esas tres representadas. Emergen en un momento en que el feminicidio campea por prácticamente todo el territorio nacional, en que las leyes que protegen los derechos de la mujer y amplían su territorio de seguridad parecen tambalearse o por lo menos recibir un ataque frontal y encubierto para que la condición original se mantenga. La derecha tradicional encubre su discurso de odio en diversas discursividades que tienden a confundir y a prolongar la cosificación. Y sigo en mi alucine. Así como la caballería corrió paralela al maltrato a la mujer, así como se convirtió en un código que se tornó ajeno a la misoginia, a la discriminación, a las golpizas cotidianas y al maltrato a esos entes de ideas cortas y cabellos largos que además sangraban y hedían mes con mes, ¿podría darse el caso de que estos personajes del XX-XXI se convirtieran en los paradigmas de una condición de la mujer que niega las cruces sobre las tierras mexicanas? Tras la leyenda de las cabezas cortadas de varones que le hacían la digestión al rey Arturo, estaba también la triste imagen de sus caballeros que lucían cabezas de mujer colgantes de sus valerosos cuellos. Y sólo basta asomarse un poco a los textos de Guillermo de Aquitania para intuir que el “por mi Dios, por mi Señor (después mi Rey) y por mi Dama” era un tenaz tul sobre la vida real. En el origen de las naciones, los alemanes fueron los mejores, estas escrituras signaron el origen, me pregunto si estas nuevas épicas, en tiempos en que se dice que éstas pasaron a la novela, habrán de fundar alguna sociedad futura, con esas bellas mujeres que se enfrentaron a la sociedad de su tiempo y marcaron rumbo. Por lo pronto, qué te digo, Madigan, qué ganas de tener un encontronazo con Rosario Tijeras, claro en sus momentos de amor y entrega. Habría que esconderle los objetos cortantes…

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