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Columna

}}}pssst, pssst, Madigan…(91)

Alejandro García

…decir Mario Vargas Llosa desde hace algunos años significa una operación mental que retarda el pleno reconocimiento, por lo menos para mí, y estoy seguro que para ti también, oh Madigan, paladín de tremebundas furias en torno al peruano devenido en español. Tengo claro que independientemente de mi estorboso lugar en el mundo, MVLL es una marca registrada. Digamos que es el otro extremo de la percepción de ese hombre que, bien mirado, sufre la adulteración hasta convertirlo en un fantoche muy cercano al Abimael Guzmán aferrado a los barrotes de su jaula. Vale la pena asomarse a los videos que se encuentran en “You tube” para toparnos no con el hombre que es abordado en los pasillos de los aeropuertos para sacar una nota por lo general editada y contextualizada que incomode a los actores políticos de tal o cual país y toparnos en cambio con un observador plural, caballeroso y claro en sus posiciones políticas e ideológicas. Debo avanzar y completar la primera apreciación. Mi admiración por el autor de “La ciudad y los Perros”, “La Casa Verde”, “Conversación en la Catedral”, “La tía Julia y el escribidor”, “La guerra del fin del mundo” y “La fiesta del Chivo” es inmensa. No obstante, hay una faceta que no se ha comentado lo suficiente: su labor de ensayista y exégeta y crítico literario. La publicación en años recientes de su tesis de licenciatura sobre Rubén Darío, en la editorial de su alma máter, la Universidad de San Marcos, así como la recolección de trabajos sobre la obra de Jorge Luis Borges, parecen completar un mapa consistente y de variados significados. En los orígenes están “La historia de un deicidio” (1971) y “La orgía perpetua” (1975), el primero, libro dedicado a la obra de Gabriel García Márquez, apenas cuatro años después de la aparición de “Cien años de soledad” y la segunda, inmensa inmersión en el mundo de Gustave Flaubert y de su obra mayor “Madame Bovary”. Vargas Llosa comentaba la obra del gran amigo (después vendría el conflicto y el retiro de la obra. Al parecer en años recientes ha permitido al menos una reedición, pero el libro está en la mente de los vargasllosistas, de los garciamarquistas y lectores tercos) y así un gran alto en el camino para permitir el fijar la mirada y el juicio en los integrantes de su generación, incluido él. Después abre el bastidor y va a “La verdad de las mentiras” en sus dos entregas, donde hace un recorrido por las lecturas de la narrativa del siglo XX que lo fraguaron y nos entrega hermosos y concisos ensayos sobre ellas. También viaja hacia atrás, o hacia adelante, en el tiempo y aborda “Tirant lo Blanc” en su carta de batalla, y cierra con ese ajuste, ahora con sus coterráneos, “La Utopía arcaica”, donde le da un lugar predominante y muy merecido a José María Arguedas. El gran ciclo se cierra con sus estudios sobre Victor Hugo y Juan Carlos Onetti, el primero tal vez el escritor más enérgico y entusiasta de la era moderna, con una gran dosis de seducción a los lectores, incluidos los de hoy. El segundo, el gran cascarrabias de la literatura latinoamericana, el más agrio de los escritores, pero también un gran orfebre que sintetiza las tendencias malévolas de la literatura de los tres siglos recientes, lo mismo de la mano de Conrad, que de Faulkner, con unas gotas de Céline. Están en la generalidad sus cartas a un joven novelista, sus apreciaciones sobre la sociedad del espectáculo y sus opiniones sobre los mundos y demonios que él ha desatado en este mundo en “La llamada de la tribu”. De modo que el libro sobre Borges es la cereza en el pastel. Además de la generosidad con su amigo entrañable, con su generación, con escritores de mal tufo entre las buenas conciencias de la intelectualidad, que las hay, con respecto al olor a indio de Arguedas o el pelo graso y lleno de caspa de Larsen, Juntacadáveres, vía Onetti, me temo que MVLl ha construido un gigantesco universo de lecturas y autores que han ido surgiendo con su pasión de años. Dueño de un prestigio casi indiscutido en el terreno de la novela, víctima y victimario de un mundo donde las ideas causan escozor y no pocas puniciones, tal vez ha tenido la cautela suficiente para, desde el ensayo, construir un mundo literario que se presente en las obras y en la voz entrecomillada de sus autores, pero que al final de cuentas es un universo que él ha construido y ha tenido tiempo de trenzar y acicalar. Es un universo poderoso y diverso, incompleto, desde luego, pero sin la polémica de la opinión política, sin la puntilla de la opinión tusanovelas. Allí Mario Vargas Llosa preside y prepara el vuelo…

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