Por JUAN PABLO OVALLE
Escucha el llanto del aire desde el risco, siente cómo acaricia tus mejillas y juega con tu cabello como para consolar tu abandono, te envuelve y te empuja. A un paso está el vacío y abajo hay una mancha roja alrededor de un cuerpo retorcido, este con el cráneo roto, los sesos sobre las rocas y el rostro desfigurado.
Desde acá, contempla la luna de puntitas sobre el risco, cierra los ojos y ahora déjate caer.
La sangre te escurre desde la cabeza hasta las manos y a un lado de tus pies, el cuerpo fracturado que una vez fue mío.
Ya no estaré solo. Ahora vuela hacia el risco y llegado el momento, sopla el cabello de algún otro desamparado.