Por: ADRIANA RODRÍGUEZ MORÁN
CAE UN PEDAZO DE HAMBURGUESA, la niña alcanza a tomarlo antes que toque el agua estancada, mientras que con su otra mano coge una de las cucarachas que la rodean, separa con cuidado el pan y coloca el bicho en medio del queso y la carne, muerde con precaución, para no perder los últimos cuatro dientes que le quedan.
Una luz que proviene de afuera la toma por sorpresa y del susto tira la hamburguesa al agua. Escucha un ruido fuerte, luego murmullos que se parecen a los que ella hace cuando se comunica con las ratas.
–Ahhhhhhh –, grita para escuchar su eco, pero en vez de eso su cabeza retumba al escuchar un «Saraaaaaaa estamos aquí». Pero Sara no entiende que le hablan a ella, ella no tiene nombre, no tiene a nadie.
Luego lanzan una cuerda y Sara se agazapa más al fondo del hoyo, escucha que le dan indicaciones. Ella no se mueve, esperando que se vayan pronto, y por el contrario, de la cuerda baja un hombre vestido de amarillo, la toca, ella grita y lo rasguña, le gruñe, le enseña los dientes, pero el hombre no desiste y logra abrazarla para después jalar de la soga para que los suban.
La luz la deslumbra, Sara está petrificada de miedo, una mujer le pone una manta y la abraza, y llora y le dice que la extrañó mucho durante estos dos años que no la vio, le dice que está muy sucia, le dice que va a bañarla y alimentarla, luego le enseña un felino pequeño y peludo, Sara lo agarra y trata de llevárselo a la boca, porque piensa que es comida.
La mujer le grita que lo suelte y sin querer la avienta al suelo. Sara corre con el gato agarrado del cuello, corre como corren los animales salvajes, en cuatro patas, trata de subir un techo, pero es muy torpe y se resbala, lo que aprovechan los hombres y la detienen, el gato ha muerto. La madre llora, se asusta, pero Sara no y se sienta a lamer su próxima comida.
La madre dice que no es Sara, que esa no es, que sí se parece mucho, pero que no es, que se la quiten de enfrente.
Los hombres vestidos de amarillo toman a Sara de las extremidades y como a un bulto de arena la avientan de nueva cuenta a uno de esos hoyos que abundan en la ciudad. Pasado el golpe que se dio, ahora Sara está más tranquila, todo ha sido una pesadilla.