Jesús Navarrete
Cada vez pasaba más tiempo frente a la
máquina, y la máquina lo absorbía, le roía el pensamiento. No le quitaba mucho,
pero anulaba su imaginación, mordisqueaba las ideas, arrancaba pequeños trozos
de aquí y allá y le dejaba solo frases inconexas, saltos de un tema a otro,
lugares comunes que se revolcaban como un pez fuera del agua.
Y ahora no pasaba nada. Nadie tuiteaba.
Un instante había durado todo ese tiempo.
Como si toda una vida hubiese nacido y se hubiera desarrollado para luego
esfumarse completamente ajena al melodramático ejercicio de su autoridad moral
de simple observador.
El día le mostraba los dientes: pérdidas
humanas, daños materiales. Toneladas de acontecimientos sepultando otros
acontecimientos: las inundaciones en Italia dejaron dos muertos y daños
millonarios, un sismo de seis grados sacudió Tailandia, el fin de semana dejó
40 homicidios y 23 muertos en las carreteras del país…
─Hay demasiados autos,
pero la industria automotriz aún tiene metas por alcanzar.
Hay un montón de cosas en las que uno no
tiene que pensar para conservar la cordura… El ruido que produce la caída de
las células muertas de la piel, por ejemplo, o el crujido de su delicada
materia en las hipotéticas fauces de un ácaro.
…El discreto bullicio de las bacterias
usufructuando el organismo, el sibilino trazo de su recorrido a través del
cuerpo. Peculiar convivencia. Largas, aparentes treguas. Apocalipsis de
desinfectantes contra esos microscópicos golpeadores. Su tarea es la erosión.
Nuestra tarea es la erosión. Siempre hay algo, alguien, a quien le resultamos
pequeños, o siempre hay algo o alguien que nos parece grande. El trabajo es
minar, destruir.
No había necesitado llegar a viejo para
comprobar lo ilusorio de la vida. Lo había comprobado tan pronto que
probablemente, cuando envejeciera de verdad, volvería a tener alguna esperanza.
─La vida es tan rica.
Debiera ser más fácil hacerse de medios para disfrutarla ─pensó.
Pero no es así. La vida es dura competencia
para unos, tedio insoportable para otros, éxtasis, afrenta, locura, tortura. La
vida es un camino diverso. Hay luces, hay sombras; respiras, te asfixias.
¿Quién no anhela el viaje? ¿Quién no sueña con las pausas en el camino?
Detenerse, descansar, no es para siempre. ¿Tampoco es eterno el trayecto?
El personaje de la novela que estaba leyendo
ya se había casado, tenía dos hijos, había emprendido una expedición, incluso
había matado a otro hombre, antes de los treinta años.
─Nosotros a los 30 años
queremos seguir jugando. No queremos tomarnos nada en serio ─reflexionó.
Pretendía razonar sin saber muy bien lo que
quería decir. Mejor no decir nada. Pero todo el mundo vive esperando explicaciones
o tratando de darlas. Nunca nada queda claro. Siempre hay espacio para la duda.
Nos sentimos más cerca de la verdad cuando nos enteramos de que estábamos
equivocados. Como si no supiéramos que la verdad no es más que una versión
distinta de los hechos.
Miró por la ventana. El cielo estaba limpio.
Algunos cirros se irisaban con el sol. Nada ensombrecía el panorama. Del otro
lado de la calle caminaba un hombre sosteniendo las correas de dos perros y una
bolsa con excrementos.
¿Acaso el sentido de la vida no puede ser
algo más que el modo en que superamos las complicaciones que acarrea vivirla?
De cualquier modo, estaba tranquilo en su
casa mientras en aquel lejano país le habían quemado con ácido la cara a una
chica.