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Ensayo

Literatura y lenguaje para el escritor en ciernes

Rocío Arellano M.

Flaubert señala a la literatura como objeto; un trabajo artesanal
que termina cuando la hoja en blanco ha sido llenada con la escritura. El lenguaje se convierte entonces en la herramienta que
nos permite concretar las ideas y plasmarlas en la hoja. Y es el lenguaje
el encargado de mantener la atención de los lectores en nuestra obra.
La manera en que delimitemos nuestro lenguaje a fin de mantenernos
vigentes en la memoria del lector nos conducirá también a la incesante
búsqueda de nuevas maneras de estructurar palabras, que, a su vez, nos
guiarán hacia una nueva escritura, y traerán consigo otra literatura.
Cuando pensamos en literatura, invariablemente la mente nos remite
a escritores consagrados y a sus respectivas obras clásicas. Casi nunca
nos ponemos a pensar en el proceso y en que por ningún motivo es una
obra nueva. Tampoco es meramente casual la línea que maneje el escritor para su obra en cuestión.

Un compromiso social hacia las causas que se suceden en el entor-
no delimita la permanencia del escritor. Esa búsqueda que constante-
mente realiza el escritor se vuelve un decidido renacimiento para él; la
búsqueda de «nuevas» formas de transmisión y de cómo transmitir le
supone una introspección hacia la historia de la literatura y del lengua-
je, que debe ser capaz de valorar en su justa medida.
Es esta importancia del lenguaje lo que nos indica la notoriedad
en la literatura, pero también es lo que aprisiona al escritor en esa bús-
queda incansable por encontrar un sentido estético y crítico, de goce y
autosatisfacción, que lo lleve a seguir el camino que tal vez no esperó
encontrar: «La escritura, libre en sus comienzos, es finalmente el lazo
que encadena al escritor a una Historia también encadenada: la socie-
dad lo marca con los signos claros del arte, con el objeto de arrastrarlo
con más seguridad en su propia alienación» (Barthes, 1973, p. 46).

El escritor asume una posición social frente a su tiempo. Es
su deber, como parte del engranaje en una sociedad que día a
día se modifica, tratar de que la literatura sea un vínculo estre-
cho con los demás, sorteando también el hecho de que la lite-
ratura como tal cambie a su vez. El lenguaje que utilice será el
puente para llegar hasta sus lectores. Por ello la importancia de
conocer de dónde proviene ese lenguaje y hacia dónde va.
Darse cuenta del espacio-tiempo que ocupamos es tam-
bién parte importante en la formación del escritor, ya que esto
conlleva a conocer mejor el lenguaje que manejamos y cómo
podemos usarlo para crear una literatura acorde a nuestro tiem-
po (la modernidad) y, ¿por qué no? a la supervivencia del escritor
mejor adaptado a la forma-sustancia del lenguaje.
Este lenguaje que utilice el escritor para crear literatura
provendrá básicamente de sus herencias, como menciona Bar-
thes; sus logros pasados, su historia personal que dará luz a su
propio estilo, el cual lo definirá de los demás escritores. El estilo
será aquella lucidez que tenga con su conciencia al escribir para
otros lo que desearía que ellos tomaran de él: su conocimiento,
su valor al escribir, lo que conforman sus ideas, su riqueza en el
lenguaje mismo, que dará mejores y mayores frutos.

Las escrituras políticas de Barthes en la formación del escritor
Un lenguaje utilizado de manera crítica y política supone no
solo un ataque contra la literatura, sino contra la mente del lec-
tor. Al usarlo como instrumento de fuerza reaccionaria contra el
establishment se produce un quiebre entre lo que pareciera ser
lo permitido y lo no permitido.

Dice Barthes acerca de esta escritura política:
Existe en el fondo de la escritura una «circunstancia» extraña al len-
guaje, como la mirada de una intención que ya no es la del lenguaje.
Esa mirada puede muy bien ser la amenaza de un castigo, como en las
escrituras políticas: la escritura está entonces encargada de unir con un
solo trazo la realidad de los actos y la idealidad de los fines.

Ahora en nuestro tiempo no podemos intentar ni remotamente
escribir como Proust o Tolstoi, cada uno en su tiempo y con los conflic-
tos que vivían e igualmente se veían inmersos. Escribimos como noso-
tros en nuestro tiempo. Escribimos según la problemática de nuestro
entorno, o hacemos que estamos ciegos y no nos enteramos de nada;
por lo tanto, escribimos acerca de nosotros, pero, ¿a quién demonios le
puede interesar cuánto sufrí para darme cuenta de que quería ser escri-
tora?
He ahí la discrepancia entre qué debemos hacer. Y mientras tanto,
el lenguaje nos tiene secuestrados en algún lugar inhóspito y nos com-
plica la existencia aún más al no dejarnos la decisión sobre lo que
queremos decir.
Según los momentos históricos que se vivían, también fue como
surgieron las escrituras revolucionarias. La sangre vertida a razón de la
verdad fue su principal impulsor. Dio muestras de la valentía y la ague-
rrida actitud de los combatientes por defender la Revolución. Siempre
un objetivo que estaba fuera de toda discusión: derrotar a los opresores
de un pueblo maltrecho y convertirse en salvadores de su propia ideo-
logía. A través del lenguaje y la escritura conseguían que la sangre que
manaba por sus cuerpos se convirtiera en algo veraz, algo que estaba ahí para incomodar al enemigo y sumar esfuerzos entre la población,
la cual, cansada de ser subyugada, se alzaba en armas para pedir justicia. Esta escritura revolucionaria fue la modificación dentro de las conciencias necesaria para demostrar que con solo las palabras podían realizar un cambio generacional y transformar las ideologías con el lenguaje apropiado.
Mientras, la escritura marxista, a diferencia de la revolucionaria, se de-
dicaba a formar e impartir conocimiento, no tanto por su lenguaje dedicado no explícitamente a mencionar palabras cuyo significado conocemos, sino a promulgarse como parte del discurso, como si de una fórmula establecida se tratara: «Así como la escritura revolucionaria francesa es enfática, la escritura marxista es litótica, ya que cada palabra es solo una exigua referencia al conjunto de los principios que la soporta sin confesarlo» (Barthes, 1973, p. 30).


La escritura política solo lo es por su compromiso, como menciona Bar-
thes; por lo tanto, los intelectuales que viven escribiendo a favor del lenguaje, mas no por una razón netamente social, quedan excluidos de esta. Utilizan al lenguaje como mera razón de sobresalir, sin tomar en cuenta la conciencia del o los lectores, para implementar cambios en su forma de sobrevivir. Tampoco digo que sea importante que el escritor tenga esa conciencia política, pero de manera personal, si vamos a escribir en nuestro tiempo, en nuestro momento histórico, debemos acercarnos a nuestro entorno, saber, conocer, difundir; es una consigna que no solo nos hará llegar a donde queremos, sino acercar a los demás a nuestra visión, por muy trágica o positiva que sea. Eso ya lo decide cada individuo.

Bibliografía
Bhartes, R. (2009). El grado cero de la escritura. Ed. Siglo XXI. México.

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