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Literatura

Caja de Pandora// VIVIR EL APOCALIPSIS

Juana Lydia Negrete Torres

Prioridades: el papel higiénico como prioridad para aquellos que corrieron a vaciar los anaqueles de las tiendas departamentales con el único propósito de abastecerse de algo que creían esencial ante lo desconocido.

Aparentemente a través de innumerables mensajes que viajaron por las redes sociales a la velocidad del “supe de muy buena fuente” o del “mi amiga lo investigó en internet”, se corrió un rumor que hacía creer que este nuevo virus provocaba una diarrea de proporciones épicas y por tanto, había que tomar precauciones. De esa forma, en apenas unos días muchos ya estaban pertrechados con paquetes y paquetes de papel higiénico, orgullosos de su astucia e indiferentes a las necesidades de los demás.

Pronto hubo desabasto de otro tipo de cosas: desinfectantes, cubrebocas, jabones, alcohol, cloro, gel antibacterial, comida enlatada, agua embotellada, etc. La lista era casi interminable, aunque los medios de comunicación hacían lo posible para intentar detener las compras de pánico; inútil esfuerzo ante los que aplicaron la máxima de “primero yo, después yo y al último yo”.

¿Dónde termina el derecho de un individuo y empieza el de los demás? Por ejemplo, una persona tiene derecho a creer o no en la pandemia y, por tanto, puede decidir libremente si quiere cuidarse o no. Sin embargo si una persona se enferma y no se cuida, se convierte en un foco de contagio para todos los que la rodean y es ahí donde atropella el derecho de los demás.

Otro gran símbolo de este debate es algo minúsculo en tamaño pero gigante en sus implicaciones: el cubrebocas. Usarlo o no se ha convertido en la representación gráfica del lado en el que se está. Pero también en esto hay matices: ahí tenemos a los que los utilizan para cubrirse solo la boca, (la nariz no, porque no se puede respirar bien). O aquellos que los usan en el cuello, por si hubiera la necesidad de comer algo y así ya no se los tienen que estar quitando. O los que sí los traen, pero guardados, no vaya a ser que se les ensucien.

Luz y sombra, cara o cruz. Aunque ha habido innumerables actos egoístas que han salido a la luz desde el inicio de la pandemia, también hay que reconocer a todos aquellos que han marcado la diferencia. Porque nunca como ahora ha resurgido la empatía con los que están solos, encerrados, y no ha faltado quien se ofrezca para comprarles medicinas o despensa, apoyando de paso al vecino que lucha todos los días por mantener su pequeño negocio a flote. Ha renacido el amor y la solidaridad de muchas familias que cierran sus filas alrededor de cada uno de sus miembros. Se siguen acumulado miles de horas de trabajo sobre los hombros de todos esos héroes anónimos que ayudan a los enfermos sin otra finalidad que la de servir.

Con seguridad en el futuro se hablará de estos tiempos como de un antes y un después de la pandemia. El apocalipsis que sacudió al mundo desde sus cimientos. Tarde o temprano esto pasará y el hombre seguirá existiendo como especie. Ojalá que evolucione lo suficiente como para que sus peores defectos desaparezcan y pueda conservar lo mejor de sus cualidades.

Prioridades: evidentemente han cambiado. Lejos ha quedado la desesperación inicial y la calma ha ido permeando poco a poco, aunque en ocasiones aún se cuelan en las redes sociales algunas voces arrepentidas: ¿A alguien le interesaría comprar paquetes de papel higiénico de doble hoja, con aroma a Aloe Vera a muy buen precio?

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