Néstor Pompeyo Granja
En
1972, Kenneth Anger termina de filmar el cortometraje “Lucifer
Rising”, una obra experimental de proporciones
espirituales-ocultistas; sin embargo, la película no ve la luz sino
hasta 1980, cuando Bobby Beausoleil concluye la banda sonora. El
músico había demorado en su propósito, entre otras cosas, porque
se encontraba cumpliendo una condena por asesinato, crimen cometido
durante su etapa como miembro de la infame secta (¿familia?) de
Charles Manson. Finalmente, Beausoleil termina la grabación dentro
de la cárcel, junto con la Freedom Orchestra, una banda conformada
por otros reclusos de la misma prisión. Y la partitura, por
supuesto, resulta ser pura magia a ritmo de art-rock sicodélico con
filos sutilmente orquestales.
“Lucifer
Rising”, el soundtrack, funciona como una de esas piezas que se
pueden disfrutar aunque el oyente no haya visto la película. Esto
ocurre gracias a las habilidades evocadoras de Beausoleil, quien
logra edificar una bella metáfora sonora de la iluminación. En el
álbum predominan los sintetizadores analógicos, que hacen las veces
de escenario múltiple: como si se tratase de un espacio omnipresente
(terrenal o etéreo, concreto o abstracto) donde habita el ángel, a
veces en caída y a veces en ascenso.
Otro
aspecto importante de la composición, es que los instrumentos son
empleados como si fuesen diferentes voces de un mismo Lucifer
polifónico, concentrado en un diálogo consigo mismo (¿o con
quienes escuchamos?) pero con eventuales monólogos en forma de solos
breves, muy breves, casi como meros puentes entre un pasaje y otro.
El efecto final es una obra de proporciones alucinatorias, donde el
viaje propuesto desafía la lógica unidireccional: puede iniciar
adentro y terminar afuera, o viceversa. Eso dependerá del grado de
involucramiento y disposición del oyente.
En
resumen, estamos ante un trabajo decididamente blasfemo, aunque tan
alejado de clichés y obviedades, que ni siquiera cae en los tópicos
habituales del rock progresivo o de las corrientes sicodélicas.
Esto, por supuesto, es una cualidad, pero también puede representar
un hándicap para quienes esperen una escucha fácil. Tal vez suene
arrogante decirlo, pero este disco (al igual que la película) no es
para todo el público: demanda atención, bagaje y apertura a lo
mágico. Pero eso sí: quien lo aborde desde tales condiciones, tiene
asegurada una experiencia que le mostrará más de lo que espera.
Bobby Beausoleil & the Freedom Orchestra,
“Lucifer Rising” [Lethal Records / Magick Theatre, 1980].