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MÚSICA

John Zorn, escribiendo la génesis del jazz y el punk

Por ROBERTO CARLOS GÁMEZ

El pasado 2 y 3 de diciembre, John Zorn se presentó en la Ciudad de México para dar a conocer su más reciente trabajo Homenaje a Remedios Varo en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. En esta ocasión, Zorn preparó un programa distinto para cada noche a modo de festival en el que presentó seis ensambles. Con 70 años de vida, 50 de carrera oficial y más de 400 obras repartidas en una centena de discos, este maratón de jazz, klezmer y punk embrujó a la audiencia. Si bien no es la primera visita de Zorn a México, esta gira ha sido significativa al conmemorar sus siete décadas de vida.

El mismo Zorn con el tiempo ha aceptado −de mala gana− la etiqueta de “jazz” para definir su trabajo, sin embargo éste abarca tantos géneros que sería imposible encasillarlo, tal vez heavy jazz-minimalista-judíometalero sea una aproximación medianamente justa, aunque con Zorn siempre hay que tomarse ciertas reservas. Él mismo ha sido renuente a definir su música en un estilo en particular y esta rebeldía también lo hizo rehuir de las plataformas de streaming por largo tiempo. Finalmente ha dado un paso adelante en este siglo y su vasta discografía está llegando paulatinamente a los distintos servicios de música.

Desde la década de los 70, Zorn se dedicó a incorporar los sonidos que marcaron su infancia en un lienzo sonoro que en una primera escucha nos desconcierta: improvisador meticuloso rasga las cuerdas del violín emulando los juegos de Ravi Shankar en el sitar (referencia obligada para todo músico experimental de los 60), para introducir de golpe el sintetizador y los vientos. El lugar común sobre el jazz nos invita a no tratar de entenderlo, solo disfrutarlo, y Zorn sabe llevarnos a ese estadio en el que es imposible tratar de descifrarlo, volviendo una tarea tediosa la búsqueda de un referente conceptual para lo que estamos oyendo. Así que, pronto uno abandona esa misión y solo se dedica a navegar por el sonido anárquico del neoyorquino.

Tras una serie de grabaciones orientadas a la exploración sonora, en 1986 edita un álbum más digerible y que le ayudaría a demostrar su talento en un terreno más comercial: The Big Gundown. Abre el LP con el tema homónimo que funciona perfecto para ambientar una cinta de terror de serie B o para una pieza de danza contemporánea. En “Erotico”, podemos encontrar pistas del sonido que Portishead explotaría una década después. A partir de este punto, Zorn empieza su faceta más workaholic ofreciendo innumerables conciertos con diferentes ensambles, grabando temas para cine, música de cámara, reinventando piezas de la música tradicional judía y, en 1988, se tomó un tiempo para grabar diversas piezas de Ornette Coleman, el aclamado creador del free jazz, reorquestadas desde la perspectiva estridente del hardcore punk y grindcore. Este álbum sería a su vez el precedente para la siguiente aventura de John: el ensamble de “Thrash Jazz Assassin” de Naked City, que estuvo activo hasta 1993. Para nuestra fortuna, en 2002, una grabación en vivo hecha a finales de los 80 fue remasterizada y publicada por Tzadik Records, la compañía discográfica fundada por el músico en 1995.

Mientras Naked City llegaba a su ocaso, convocó al bajista Bill Laswell y al baterista Mick Harris para el proyecto Painkiller, manteniéndose en la línea del grindcore y añadiendo elementos del avantgarde jazz de los 50. Personalmente les recomiendo el segundo EP que grabaron: Buried Secrets, oscuro, doloroso e hipnótico; la banda sonora perfecta para habitar un mundo postapocalíptico, sí es que acaso llegamos a vivir tal cosa.

Cumpliendo el sueño de todo artista que tiene un alter ego, Zorn logró un gran éxito con ambos proyectos; Naked City y Painkiller despertaron gran interés fuera de Estados Unidos, siendo Japón el territorio más ávido de escuchar su propuesta, lo que motivó a John a mudarse a Tokio durante una temporada para presentarse en diversos locales de la escena jazzística nipona.

De vuelta en América, retoma las grabaciones con Masada, otro proyecto musical inspirado en la tradición musical judía, con títulos en hebreo y todo el asunto. Recurriendo al ahora tan citado multiverso, este ensamble tuvo proyectos derivados como Electric Masada, Bar Kokhba y Masada String Trio, cada uno dedicado a un estilo musical distinto, bajo la sombrilla del jazz crudo que uno espera escuchar en el viejo barrio judío de Nueva York. Ha ido oscilando entre proyectos, y en 2015 dio forma a una nueva agrupación tan fascinante como las otras, el trío Simulacrum. Por narrarlo de alguna forma, me hace pensar en un funeral con heavy metal, órganos y percusiones que buscan profanar la ceremonia, o algo así.

Como todo genio que se precie, Zorn nos ha querido recordar su vida y obra con grabaciones y conciertos alusivos a sus cumpleaños 50, 60 y ahora 70. Fiel a su costumbre, no ha dejado nada fuera, y en los respectivos álbumes y videos en YouTube podemos escuchar durante horas sus composiciones y, eventualmente, el tiempo se habrá detenido.

Es difícil hablar de obras clave tratándose de un compositor tan prolífico, diverso y que, tras hacerle un disco homenaje, recibió un consejo del mismísimo Ennio Morricone: “Olvídate de la película, ¡piensa en el disco de la banda sonora!”. Siguiendo el espíritu aventurero del creador, quizá una buena aproximación sea ir y seleccionar al azar cualquiera de sus discos, siendo más de 100 dispersos en todas las plataformas y servicios multimedia, estoy seguro que ese acto de improvisación los llevará a conocer un nuevo jazz, aunque haya sido grabado hace 40 años.

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