Juan Antonio Alfaro
Santiago habla tranquilo
mientras por su cuerpo corren mil caballos.
Le gustaría ser tan rápido
como los erizos de piel azul. Santiago sabe
que la noche empieza a brillar
cuando baila en una esquina
su canción favorita. Sueña que es
un perverso verde y polimorfo.
Le gusta la idea de cambiar de forma:
ser un pteranodonte luego un pterodáctilo y, al final del día,
dibujar con los pies un jardín de gnomos.
Ser un huevo de dinosaurio que crece
en una tina con agua. Un dinosaurio de goma.
Lo he visto quitarse de los ojos
un recuerdo borroso. También ha dicho
que hace tiempo no encuentra
su inteligencia. También sé
que está mintiendo. Santiago ahora duerme
y es un susurro. A veces un río.
El sonido del metal de los aviones que descansan.
adentro de sus jaulas. Santiago no miente:
la inteligencia es un museo, tiene
múltiples perfiles y él, desde luego,
está esperando a que le crezcan alas.
*
Buscamos el amor que perdimos
en la enredadera de las cosas inútiles. Vivos,
entre la vigilia y el sueño, avanzamos sin otro
norte que olvidarnos, que activar los despertadores
de la soledad para cambiar de posición nuestros
usos horarios. Así aprendimos a comer del mismo
plato, a dormir temprano para levantarnos con
más ánimos que el día anterior porque si hay
una ganancia en todo esto es la de despertar
con alguien más pequeño que se atreve a recorrer
la cama como si fuera el mapa de algún país
y luego lucha contra sus propias pesadillas
y también grita y se ríe con los ojos cerrados y esa
debe de ser la imagen de la inocencia y la plenitud.
Aún si el mapa cambia existe una manera de
recorrerlo, algunos lo llaman imaginación; otros,
lo llaman recuerdo: esa idea que nos atraviesa
cuando sabemos que ya comienza la hora de partir, la hora
de sacar los cajones del tocador, la hora exacta
de tirar todo al bote de basura que custodia nuestra
casa. Mientras, en la cocina se acumulan sartenes
que antes cruzaron el espacio. En el jardín, inclinado,
el árbol del amor ya presagiaba el desastre: también
es conocido como algarrobo o árbol
de Judas y ese era un indicio. Quisiera pensar que
de ahí viene este declive. Mis fracasos
de magnitudes despreciables. Santiago, nunca
pienses que soltaré tu mano. Llevo guardado en la memoria
el mapa donde duermes para encontrarte en el sueño.