Por J. ISABEL HERNÁNDEZ MARTÍNEZ
Este atardecer
expandiéndose lento, continuo,
hiriente en su reflejo,
es una bocanada
de tristezas a media garganta.
Amigo, este adhesivo caer
pesado
a plomo
sobre un diciembre precario,
crispa y turba.
Mira, todo el barro
y las pequeñas pausas
son una grieta dolorida,
sin paisajes
que desmienten que hoy,
imperceptiblemente,
hemos de signar un adiós
y colgar con premura
en el pórtico:
“Poetas del mundo, moríos”.
(La mejor manera de acallar
Protestas)
Quedamos solos
sin versos en el llanto
o en los dedos.
Mirándonos
sin hacer el esfuerzo
de recordar
nuestros rostros antiguos.
Este caer siempre al poniente
se desprende
y se pierde como el eco
que aún
nos golpea lento.
Amigo-hermano,
Este declinar y atardecer
Ha llegado en estampida,
cabalgando
en cualquier diciembre
a dejarnos tu vacío,
y a encender el neón ritual
“Poetas del mundo, moríos”.