Irene Ruvalcaba
Un suspiro. No, un aliento. La poesía disuelta en conjunción, disipada a des-tiempo, no animal y no angélica. Chantal Maillard no invoca: se suspende al ala del colibrí que sostiene las palabras, a la ola que resopla. En última instancia, las palabras piden su ritmo. Locución gutural del rito. Ningún heroísmo. Ninguna pérdida. Cual menguando1: diecisiete poemas.
Apertura doblemente callada, la poesía de Maillard flota en las profundidades como en un pozo artesanal corroído. La voz poética escucha la presencia de algo que no es alma y no es cuerpo, tal vez sea dolor o su contrario: contemplación. “CUAL empeñado en su abismo. O cráter. / Hilvanados los párpados, dificultando el ver.” Ponernos de pie por ajena voluntad. Descocer el pensamiento, dejar caer nuestros hilos, anudarnos al cuerpo desnudo. Apertura mínima, solar.
La marca del nacimiento como la marca en el dedo del anillo perdido. Parece simple, pero no, no hay desdoblamiento fantasma. Es la hora presente con husos antiguos y ciclos lunares, entropía selénica: “CUAL agarrado a la cornisa —su / espalda— mis dedos.” Metzi medialuz, Metzi acuática que no conoce su rostro. El poema se escapa en su asir, la luna: desciende.
DESPERTARSE.
Para caer al día. O sin razón.
Esperar.
Volver al sueño.
Marisma estéril.
Salobre.
Comezón en la sutura.
Gorgoteo de sílaba asomando.
Mengua la palabra para atenuar lo iluminado. Apenas acuarela, tarareo de la carne que se envuelve en el cuerpo, que se sostiene del alma. En esto se parece al amor. Llama nónupla, braza que descansa de su lumbre. Aquí ̶ ahora ̶ la poesía no tiene traducción, pero se capta. ¿Qué es lo que atisba? Eso que va pegado a la espalda y entre la médula, CUAL que no es sombra, alterego o prisión del yo. Es canto aglutinado en la garganta, movimiento de manos que quieren hacer música.
1 Chantal Maillard, Cual menguando, Tusquets editores, Barcelona, España, 2018.