Por MARIANA MARTÍNEZ GALINDO
“Te toca por la noche y a la mañana te sonríe… Te llama sobrina, dice quererte como una hija, pero te desea y te quiere coger tan duro como su cuerpo obeso se lo permite… Te trata como un objeto, como una porquería que come de día y que caga de noche. Porque eso te hace: te convierte en excremento.”
Por qué volvías cada verano, Belén López Peiró
Por qué volvías cada verano es una novela autobiográfica de Belén López Peiró que relata las diversas voces involucradas en un acto de abuso sexual: la justicia, la familia, las asociaciones, la sociedad y la víctima. Belén sugiere que este fenómeno es de naturaleza colectiva, una razón que podría explicar su persistencia en nuestros días. La autora narra su experiencia desde los 13 hasta los 17 años, la edad en la que decide poner fin a tan horrenda pesadilla.
“No sé cómo ni cuándo, pero pude cortar. Cortar con todo eso que, como una ola inmensa y brava, me arrastraba hacia sus adentros, pero nunca me devolvía. No existía una orilla. Se llevaba mi cuerpo, le daba vueltas, lo despedazaba. Y no podía parar. No podía decir no. Mucho menos cuando no veía la ola. Cuando el peligro o, mejor dicho, el maltrato, era la única realidad que conocía. Sólo cuando caí en la cuenta de que era eso o mi vida, corté. Y corté por eso: todo lo que perdí se volvió mi escudo”. Por qué volvías cada verano, Belén López Peiró.
¿Cuántos hombres y mujeres están o han estado bajo la misma condición, pero al acercarse a los familiares, conocidos, autoridades, y encontrar solo indiferencia, resuelven que es mejor callar?
Beatriz García, por otra parte, complementa la visión de Belén en su artículo “El abuso sexual, un enfoque desde el psicoanálisis”, haciendo una lectura de Clotilde Leguil, psicoanalista francesa, de su libro Ceder n´est pas consentir, y nos afirma que la experiencia vivida también es de carácter individual, ya que el sufrimiento se inscribe en un momento determinado con el abusador, y aquello deja una huella imborrable en el cuerpo, dando como resultado un trauma y así una fijación de goce. Para los que no están familiarizados con el concepto de goce, Lacan habla de él de esta manera:
Lo que yo llamo goce en el sentido en que el cuerpo se experimenta es siempre del orden de la tensión, del forzamiento, del gasto, incluso de la hazaña. Indiscutiblemente, hay goce en el nivel en que empieza a aparecer el dolor, y sabemos en que es sólo en ese nivel del dolor que puede experimentarse toda una dimensión del organismo que de otro momento permanece vedada. (Braunstein, 2006)
Es muy significativo observar en las víctimas de abuso la culpa y un sentimiento de complicidad en el acto, por lo que la denuncia se hace menos plausible al creer que ellas participaron con su consentimiento.
Clotilde nos menciona como marca del acontecimiento traumático en el abuso sexual la vergüenza, ella nos dice: “es la emergencia de un goce que el sujeto no deseaba que hace surgir la vergüenza en la víctima de abusos”.
“…seguro tampoco podés coger. Porque cada vez que un hombre te mira, vos agachás la cabeza. Porque cada vez que un pibe se acerca, se te pone la piel de gallina… Seguro que nunca más podés disfrutar de un buen polvo… Nunca vas a ser como ellas… Y ese deseo te aterra, y esas piernas que fueron manoseadas ya no te pertenecen. Piernas de pendeja, de pendeja bien yegua, de yegua castrada”. Por qué volvías cada verano, Belén López Peiró
El trauma paraliza, está del lado del registro de lo real, “corta todo acceso a la palabra… presente en el cuerpo, pero no en el dicho” (García, 2022). A consecuencia, el sujeto se siente aprisionado, envuelto en esta compulsión a la repetición de la cual no puede ser salvado, donde se deja arrastrar más allá de su propia voluntad. Y entonces, como diría Clotilde, ocurre el “dejarse hacer”. Sin embargo, ella diferencia dos tipos: un “dejarse hacer del consentimiento”, que está del lado de una elección del sujeto que no se anula, y que se trata de un goce consentido; y por el contrario un “dejarse hacer del pavor,” donde el individuo no es capaz de consentir, y aquí ocurre el momento del trauma, en donde existe la fractura, la petrificación y el silencio.
“Me lastima y me hunde como él cada vez que su cuerpo se abalanza sobre mí. Cada vez que no me deja respirar, cada vez que me asfixia por la presión de su peso en mi espalda y de su voz en mi cabeza. Cada vez que me aplasta, que me niega el aire. Que me niega a mí”. Por qué volvías cada verano, Belén López Peiró
Beatríz García menciona: el habla sirve sólo cuando resuene el sonido, lo inarticulado del trauma. Esto deja entrever que no es suficiente decirlo o denunciarlo, sino, como diría Antonio Pignatiello, que construya algo nuevo desde su intersubjetividad y que con ello cuestione su posición de ser abusada, cayendo de esta manera su fantasma y su condición de víctima.
“Llamarlas víctimas es volver a garcharlas otra vez… Es convencerlas de que les cagaron la vida, de que su historia empieza y termina ahí, con el tipo adentro. Les hacen creer que son a partir de él, que su identidad se construye a partir de la violación, que sus derechos fueron vulnerados y que ya nadie les va a garantizar que no se las vuelvan a coger. Las convencen de resguardarse puertas adentro, de cerrar las piernas, de que son responsables y que por eso merecen su propio castigo”. Por qué volvías cada verano, Belén López Peiró
El análisis, la psicoterapia o inclusive la escritura puede salvar. Esta última fue la herramienta de Belén para recuperar lo suyo, para construir nuevos muros a partir de lo mancillado. Este arte a su vez le brindó materiales más resistentes que la hicieron sobrevivir a ese infierno. Pues como diría Serge André en su artículo “La escritura comienza donde el psicoanálisis termina”: “La letra busca rebasar el límite de la palabra, apunta a dar vida y forma material a lo que no puede ser alcanzado por la palabra”.
REFERENCIAS
Braunstein, N. (2006). El goce: Un concepto lacaniano. Siglo XXI Editores García, B. (2022).
El abuso sexual, un enfoque desde el psicoanálisis. https://beatrizgarcia.org/el-abuso-sexual-un-enfoque-desde-elpsicoanalisis/
Mariana Martínez Galindo
Es licenciada en Psicología, maestra en Psicoterapia Psicoanalítica, docente y escritora. Cuenta con diplomados en Neuropsicología educativa y Psicoanálisis infantil y de adolescentes.
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