Por JORGE HUMBERTO CHÁVEZ
Antártida es un libro gélido escrito sin ninguna consideración a los amables sentimientos del lector común, que piensa que en la poesía encontrará un océano de paz y que empatará su ánimo con el coro de una humanidad haciendo el futuro, creando puentes y miradores, regodeándose en la satisfacción y el avance espiritual que ofrendan el arte y las ciencias, y eso que llamamos globosamente cultura. No. Se trata de una poesía que enumera y cataloga algo sumamente insatisfactorio que se llama fracaso, desventura, hambre, negación y muerte. Una colección de hundimientos. Una ristra de huesos fríos sin sonar aunque los anime el viento.
La forma del texto es el más inmediatamente notable elemento del libro de Fabián Espejel. Con una estratégica literatura que transmite calor a la fría inteligencia de la nieve, los poemas adquieren primero formas desiguales para más tarde exhibir catálogos tipográficos, palimpsestos, poesía gráfica, Poesía que se ve como en la nueva aventura editorial del catalán Gonzalo Vega. Se ve, pero se lee. Y es como si jugar en un mismo texto con versos, versículos y prosas no pareciera riesgo suficiente para Espejel. Por eso y por los dramáticos asuntos enunciados en las páginas, con cierto vértigo entonces, el libro deja de ser un volumen de viajes y se convierte en una relatoría del sacrificio del hombre por conocer su mundo.
Crónicas poéticas que disponen modelos alternos del verso, prosas poéticas, narrativas, enlistados y todo lo que se pueda emplear para que nos asomemos a la saga de la exploración de los polos terrestres bajo la admonición de la poeta australiana Caroline Caddy: No son los artistas y los contadores de historias quienes tienen la imaginación más salvaje: son los exploradores.
Los poemas de Fabián Espejel empiezan su navegar en la primera expedición de James Cock al Círculo Polar Antártico en 1775, atraviesan la exploración del Ártico Británico y Canadiense de John Franklin (en la computadora del ido David Ojeda, mi autor, hay algunas aproximaciones a Franklin) en 1847, y culminan su periplo en los viajes de Road Amundsen a la Antártida en 1911 y al Ártico en 1926, terminando de esta forma (cito aquí la nota final de Antártida, p. 95): …en 1926 la tripulación del dirigible norge, liderada por amundsen, realizó el primer viaje comprobable al polo norte. el honor de quien surcó los aires árticos ocasionó un desencuentro entre el ingeniero umberto nobile, piloto y diseñador del dirigible, y aquél. dos años después del altercado, nobile encabezó su propia expedición ártica a bordo del Italia. al regresar, su dirigible se estrelló contra el hielo. Nobile, el detractor de Amundsen, muere con su tripulación, pero éste no lo sabe y organiza rápidamente la primera misión de rescate al polo con apoyo de Francia. Y el 18 de junio de 1928 Amundsen y su equipo despegan del norte de Noruega en un hidroavión Latham en busca de Nobile y su tripulación, pero pierden las comunicaciones y el Latham se esfuma en el aire. Se cree que la expedición se estrelló en el Mar de Bahrents. Y ese fue el final para Amundsen.
Antártida consigna un vínculo con los exploradores más notables de occidente pero saluda a dos poetas que también fueron a su modo aventureros y viajantes: Harry Martinson, sueco, y Arthur Rimbaud, de Marsella. El libro se presenta en tres partes donde los ejercicios de escritura perfilan poéticas distintas, atendiendo diferentes necesidades de puntuación, uso ocasional y exclusivo de mayúsculas, diálogos que son poemas, poesía que es diálogo, gráficos, documentos, filigranas semánticas. Y tres o cuatro etcéteras. Oh sí.
Colofón escrito un día después:
Sí se trata de un rosario de desastres, pero sorprendentemente el libro tiene una página, ¡una!, de poesía feliz:
ii
hemos nevado en una nieve nueva ha nueve nieves en una nínive nevada desde un navío que navegó la nivea noruega la nóneva namibia hasta ennevar la niebla viva en la nevaza
qué nevitud la vista de albas malvas blandas nevículas que se nivelan nuevos nombres embisten y no basta renevar para evadir la niva para evitar la vanidad de adivinar la venia del vacío que se aniebla
y va la nevazón que mueve naves y denieva viene el invierno venas hibernan y es vasta la nevura de los nevios miles y súbitos nivales que invierten nuestras vísceras y dejan en la voz aleves nevaduras
Antártida obtuvo el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2023, quizá el mayor reconocimiento en la poesía mexicana y uno de los más prestigiosos de Hispanoamérica. El jurado fue compuesto por Jeannete L. Clariond, Jorge Ruiz Dueñas y el cuarto hijo de Luz y Baltazar, de Ciudad Juárez.
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