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Reseñas

UN BOLETO PARA IR A LAS LUCHAS SIN PISAR LA ARENA

Adriana Guillén Ortiz

Justo con el tono melancólico de Alan Moore, líneas dramáticas del pulp, secuencias propias de una película serie B y el ritmo de una película de acción, Julián Mitre nos lleva a conocer el lado más oscuro de la lucha libre, pero de una forma lucidamente irónica.

De hombre a hombre no me ganas es una colección de 13 cuentos donde se muestran distintos lados de la arena: dentro del ring encontramos a luchadores como el Justiciero de Plata, afamado vigilante que se enfrenta en una pelea feroz contra la temida villana Luxor Domina; el aficionado a las luchas que, a falta de condición para echarse un tiro a puño limpio, lo hace, por qué no, a estómago limpio, en una competencia pantagruélica para devorar tortas por la mano de una chica que le gusta; también están los mitos y leyendas de la lucha, algunos en la mente de sus imitadores, otras en la decadencia de los luchadores retirados.

            En estas páginas encontramos el paradigma del perdedor pero sin ningún tono apologético. Incluso hay un cuento, “El diabólico”, donde se comienza a construir cierta empatía con el personaje: él es una antigua leyenda de la lucha, que ahora no sale de su casa y bebe todo el día mientras ve las peleas de sus años gloriosos. Hasta que un día va a un bar y decide conquistar a una mesera frente a su novio. La pelea no se hace esperar, pero es derrotado. Así va por otros lugares buscando pelea. Lo que parece el inicio de un segundo aire, más bien se convierte en la construcción de un villano. Como si viéramos al Joker contar una de sus famosas historias: ¿sabes cómo me hice estas cicatrices?

            Dice Daniel Téllez que “la esencia de la lucha libre reside en el diverso tratamiento de lo trágico”. Después de todo, fueron productores de teatro, Giovanni Relesevitch y Antonio Fournier, de los primeros que empezaron a organizar peleas en México y muy rápido se convirtió en un deporte que combinaba la lucha grecorromana, artes mixtas, etc., con coreografías que consisten de vuelos desde las cuerdas, martinetes y llaves Tapatías.

Con esto no quiero repetir un conocido reclamo a la triple A: “es puro teatro”. Cualquiera que haya visto aunque sea una pelea, se puede dar cuenta que en esa danza sí hay sangre y golpes, a la par de la construcción de una historia al estilo de la más pura tragedia griega: protagonistas ilustres enfrentados de manera misteriosa e inevitable, a causa de un error o condición de carácter, contra un destino fatal, generando un conflicto cuyo desenlace es irremediablemente triste: en la tragedia como en la lucha libre, la destrucción del héroe es casi forzosa. Esto es algo que queda evidente en los cuentos de Julián Mitre. Son luchadores cuyas máscaras recuerdan las facciones de Aquiles enfrentando su destino dentro y fuera del ring. Todo luchador encuentra su final tan seguro como es ineludible envejecer o morir, pero el gran acierto de Julián es que mientras va contando los peores días de estos luchadores, el lector no puede evitar reírse, burlarse y en general pasarla tan bien como haber ido a la Arena México, comprado una cerveza y haberla arrojado a ese que se hace pasar por el Minotauro y que no es más es un imitador.

Este libro tendrá, primero, a su espectador al filo de su asiento y, finalmente, contra las lonas, derrotado por rendición, como uno siempre se debe rendir ante la literatura, incluso antes de que el referee cuente hasta tres.

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