Por: VÍCTOR HERRERA
Ilustraciones: MANCHAS
El proceso de colonización ha sido lento, difícil y para muchos invisible, pero nuestros elementos se han hecho ya a la idea de que no conocerán en carne viva los resultados del plan de los fundadores, que comenzó a ejecutarse hace bastante tiempo. Para ser exactos han pasado cerca de sesenta y cuatro millones de años desde que nuestra especie pisó tierra por primera vez. Hoy sabemos que el plan del asteroide, aunque en algunos aspectos contraproducente, resultó ser el más efectivo, y si bien la espera tras la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno desencadenó una desesperación que nunca se contempló en las rigurosas, pero, apresuradas planeaciones, debe recalcarse que el resultado fue el previsto, y que después de la colisión las lagartijas gigantes desaparecieron para siempre.

La última guerra interplanetaria demostró que la familia Canidae, así como otras, carecía de la capacidad necesaria para mantener el orden en el sistema solar, aquel que en sus mejores tiempos habitaron, y que ahora no es más que el referente de un proceso que no estamos dispuestos a repetir. Ante la dolorosa derrota, la determinación de viajar a la Tierra se dio porque, además de ser uno de los planetas más lejanos al extremo noreste del universo, era el que contaba con las condiciones óptimas para el florecimiento de la vida. En ese escenario, nuestros líderes, conscientes de las capacidades e incapacidades físicas y sociales de la raza, optaron por el desarrollo de colectividades pasivas que actuasen de una manera armónica en el proceso de apropiamiento del planeta. Para los expedicionarios fue esperanzador descubrir que la extinción no fue absoluta; las primeras patrullas, en su encomienda de sondear Pangea en busca de las mejores zonas para el establecimiento de los sobrevivientes, se percataron de que en el planeta la vida comenzaba a hacerse presente en organismos unicelulares que con el paso del tiempo dieron como resultado una gran diversidad de plantas y animales, convirtiendo la estancia en el astro en una promesa agradable, que al paso del tiempo con su biodiversidad desafió el conocimiento que hasta el momento teníamos acerca de la vida en el universo.
De este proceso recalcaré la aparición de una especie que ramificó de la familia de los primates, y que por sus capacidades parcialmente superiores a las de los demás animales tuvimos que tener vigilada. En un inicio se dieron capítulos cruentos entre estos seres y la familia de los canis, mas, con el tiempo y de manera natural se fue dando una simbiosis. A pesar de ello, asumiendo un perfil bajo, permitimos que la evolución siguiera su curso al ver que el florecimiento de los bípedos no representaría amenaza alguna para el futuro de nuestra raza.
Con atención los vimos dejar de habitar las copas de los árboles, establecerse en tierra firme, formar comunidades, desarrollar un lenguaje e incluso haber aprendido a manipular el fuego, pero, estas criaturas terminarían por contaminarse; sus corazones resultaron no ser tan nobles como los de nosotros, porque tras haber aprendido a manipular el valiosísimo sílex, de sus manos comenzaron a emerger herramientas y armas que con el tiempo se hicieron más y más mortíferas, mostrando un poder destructivo que ningún otro animal había conocido hasta el momento. Ante tamaña potestad, a medida en que se iban esparciendo por el mundo, de sus entrañas brotaron oscuras ambiciones y sentimientos que se objetivaron en conquistas, guerras, exterminios y matanzas que han tenido como fin subyugar a los de su misma especie, en conjunto con el apropiamiento de territorios y recursos naturales, dejando de manera estúpida en segundo término la prevalencia de su estirpe.

Tras dos guerras mundiales que no pudimos impedir, entendimos que lo mejor sería mantener ocupada a la especie, por lo que, pretendiendo evitar una catástrofe global que nos obligue a buscar otro lugar en el cual establecernos, los hemos orillado a que se aventuren en la exploración del cosmos, y por fortuna esto los ha mantenido ocupados. Con equipo rudimentario y naturalmente sin dejar de competir entre ellos en lo que han denominado “carrera espacial”, han logrado poner a otras especies en órbita: moscas de fruta, macacos, ardillas, chimpancés y ratones han sido algunos de los cosmonautas que han sacrificado en sus investigaciones. En armonía con nuestro objetivo, es necesario que ustedes sepan que en la década de los cincuenta del siglo XX el consejo de sabios tomó la determinación de que a dos de nuestros agentes más competentes, Tsygan y Dezik, se les asignara la tarea de orbitar el planeta con el fin de hacer un reconocimiento para anticipar posibles amenazas. Sin embargo, el nombre y la labor de estos valientes ha sido empañada por el recuerdo de la agente Laika, y estos tres a su vez por apellidos como Gagarin, Aldrin y Armstrong, por lo cual, ante la incertidumbre a la que en este momento nos enfrentamos, les pido en la medida de lo posible que hagan un enérgico reconocimiento frente a los sobrevivientes de la memoriade aquellos que han perecido por el bienestar de nuestra especie, para que sus actos sean conocidos por quienes logren sobrellevar el cataclismo que se avecina, evitando así que la grandeza de nuestra especie quede en el abandono.
Retomando la intención central de esta crónica, la actitud autodestructiva de los bípedos brindó a nuestra especie un sentimiento de calma, pero nunca los perdimos de vista, al contrario, al haber presenciado la obscenidad de su pensamiento enceguecido por sus ambiciones, supimos que era esencial estar cerca de ellos, siempre conscientes de que, de ser necesario, nos sería relativamente fácil el someterlos y posteriormente domesticarlos, por lo que los hemos dejado que crean que ellos son quienes tienen el control planetario.

Actualmente tenemos información certera de que esta relación ha sido trastocada, porque una querella de antaño ha vuelto a la vida: uno de nuestros equipos de élite sin haberlo planificado logró la captura de uno de los elementos pensantes de la familia Felidae a quienes estúpidamente dábamos por extintos. Como usted sabrá, tuvimos que infiltrarnos en el imperio del antiguo Egipto a causa de que este grupo logró tener un poder considerable sobre la población, lo cual amenazaba el bienestar de los canis. La cruenta batalla en la que murieron muchos de los nuestros no rindió los frutos que habíamos proyectado y en palabras del prisionero, que ha sido identificado con el nombre de Claudanus, los felidae pensantes se anegaron en el ostracismo durante siglos. Entre sus pertenencias se han encontrado documentos que evidencian una fuerte capacidad bélica, y tras violentos interrogatorios el sujeto ha declarado que sus armas más efectivas se han ido refinando con el paso del tiempo, siendo el apropiamiento cultural el más fuerte y sutil, llevado a la práctica en distintos medios. La literatura, el cine, la televisión y el teatro han sido solo algunos de los escenarios en los que de manera ingenua se han proyectado como mascotas de brujas, dirigentes de pandillas, comedores de lasaña, acechadores de canarios y de ratones, mas, el golpe fuerte no ha sido asestado por los hijos de Bastet. El apropiamiento de las redes sociales es solamente el inicio; al momento, Facebook, Tik Tok y otras plataformas han sido inundadas con videos de estos sujetos y las tendencias muestran que la labor de supeditación a la que han sometido a los roog´s está dando frutos a un ritmo acelerado, por lo que se prevé que la esclavización de Karenes y Karencios por parte de los felidae puede ser más rápida de lo que se especula, y esto es solo una pequeña parte de un plan que no hemos sido capaces de prever.

Es cierto que tras miles de años de convivencia no hemos sido capaces de subyugar ni de comprender en su totalidad el comportamiento de los roog´s, pero, recalco la importancia del sincretismo que hemos logrado establecer con ellos: la relación se ha mantenido dentro de lo cordial a pesar de haber sido manchada por actos soeces como los de Pavlov o del deleznable Demikhov, y aunque algunos hemos sido considerados plaga tras escapar de sus prisiones arrastrando las mierdas que nos hacen padecer con sus experimentos, es obligación nuestra reconocer que, al buscar concretar los ideales de nuestra raza hemos de igual manera propiciar episodios negativos. Por citar algunos, le recuerdo la crónica atribuida al roog Charles Perrault, en la que describe cómo uno de nuestros hermanos de la raza canidae, a pesar de ser parte de las fuerzas especiales de nuestra milicia, incapaz de controlar sus más bajos instintos terminó por desatar un sangriento episodio, que ha quedado en el inconsciente colectivo de los roog´s y ha sido tomado como una narración de carácter moral en el eterno empecinamiento de la raza por negar sus instintos animales. El otro es aquella empresa fallida en la que, en el afán de crear uno de los ejércitos más poderosos de la galaxia, los científicos combinaron nuestro ADN con el de los bípedos más erguidos, dando vida a la ramificación de los licántropos, que a la fecha, tras su rebelión, ha ido ganando fuerza y que en su momento serán un inconveniente para la institución de nuestro proyecto, si es que este logra reponerse de este impasse.

Estos episodios, aunque dolorosos, han sido pasados de largo en pos del futuro de nuestra especie. La historia, de manera general, testimonia una relación que ha sido cordial: en conjunto, nuestras razas han ido evolucionando y se han hecho de conocimientos compartidos; hemos disfrutado y padecido las mieles de la flora y la fauna del planeta, refinamos los mecanismos de la cacería en conjunto, nos conjugamos en el pastoreo; en el ámbito del desarrollo cerebral, a ambos nos benefició la ingesta de grasas y de carnes animales. Durante milenios hemos tendido nuestros brazos a los roog´s con la intención de dirigirlos en la penumbra del universo: notamos cómo se convirtieron en organismos pluricelulares, vimos cómo abandonaron la vida oceánica, estuvimos con ellos cuando vivieron en las cuevas, presenciamos cómo llegaron a su postura erecta, los acompañamos cuando llegaron al continente americano, nos han asumido como deidades, los hemos guiado a través del Mictlán, los ayudamos a alunizar, somos parte de su pensamiento colectivo, de sus creencias, de sus costumbres, de su cotidianeidad.
Está de más decir que el planeta Tierra nos pertenece, así como los roog´s. Hemos sido parte esencial en su proceso evolutivo y ellos en nuestro entretenimiento. La apropiación ha sido lenta, y no dejaremos que los frutos de cientos de generaciones terminen por las garras de nuestros enemigos naturales. Como mencioné, ante la incertidumbre es necesario dejar testimonios, por lo que si usted está leyendo esta crónica es porque nuestra especie logró sobrellevar las adversidades. Camarada, usted tiene el compromiso de hacer pública esta información, para que las futuras poblaciones estén enteradas de las penurias por las que hemos tenido que atravesar, y para que se concienticen del arduo trabajo y los sacrificios que se han hecho para que ustedes hayan venido al mundo.
Desgraciadamente, el tiempo es poco y tengo que cortar el mensaje; hemos sido descubiertos y una caterva de thunderianos sedientos de sangre nos persigue. Desconozco si podremos escapar, ignoro qué tantas probabilidades tenemos de cruzar a pulmón el mar hasta la isla más cercana, pero tengan por seguro que, de conseguirlo, ante esta batalla, nosotros, los ahora combatientes engrandeceremos el compromiso de exponer los planes de los felidae y defenderemos ferozmente a los de nuestra especie. Ustedes por su parte, en caso de que nosotros llegásemos a claudicar en el ejercicio de nuestras obligaciones, tienen el deber moral de hacer público este testimonio y mostrar la información en él contenida a quienes logren sobrevivir. Sin más por el momento, saludamos afablemente a las futuras generaciones, esperando que Xolotl y Anubis nos cobijen. Atentamente, el Capitán Rowf y el teniente Snitter, encargados del área de laboratorios, investigaciones y vivisecciones de la raza canidae.
Sé TESTIGO
