En su práctica artística, Julieta Aranda (Ciudad de México, 1975) provoca encuentros sensoriales entre la naturaleza del tiempo y la ficción especulativa. Su obra observa la relación humano-Tierra alterada a través del lente de la tecnología, la inteligencia artificial, los viajes espaciales y las hipótesis científicas. Al trabajar con escultura, instalación, video y medios impresos, Aranda explora el potencial de la ciencia ficción, las economías alternativas y las “poéticas de la circulación”. Sus proyectos desafían los límites entre el sujeto y el objeto, a la vez que incorporan encuentros fortuitos, la autodestrucción y los procesos sociales.
La exposición Coordenadas claras para nuestra confusión, que se presenta en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) desde del 23 de noviembre, propone revisar la producción de Julieta Aranda de las últimas décadas desde la perspectiva de su colaboración con el tiempo, entendido no sólo como un objeto de investigación, sino como un interlocutor autónomo y activo. Las obras de la artista se exhiben en las salas 7 y 8, en el patio interior frente a estas salas y en el pasillo volado y la terraza norte del MUAC; además, se exhibe la instalación Time/Bank [Tiempo/Banco] en la biblioteca del Goethe-Institut Mexiko, que se suma a este proyecto.
Por primera vez se presenta la serie completa de Stealing One´s Own Corpse incluyendo el cuarto video que se estrenará en el MUAC. Con estos videoensayos Julieta Aranda indaga sobre las condiciones existenciales contemporáneas provocadas por avances científicos y tecnológicos determinados por la economía neoliberal y su necesidad de crecimiento infinito. Se trata de una suerte de manifiesto que une las experiencias de Aranda en los espacios límites de nuestros alcances como en el Centro Europeo para la Investigación Nuclear (CERN), o un vuelo de gravedad cero con reflexiones filosóficas para abordar la dificultad de imaginar un futuro y una subjetividad que habite la crisis planetaria.

Seres con tiempo
“Combinando varias disciplinas y medios en esculturas sistémicas, Aranda navega los diferentes campos de nuestra interacción con el tiempo personal, biológico, científico, geopolítico, económico, filosófico, literario, etcétera, para reconocer los eventos poéticos con los que éste escapa al milenario esfuerzo de la máquina antropológica occidental por domesticarlo y convertirlo en una herramienta de dominación planetaria”, comenta Alejandra Labastida, curadora de esta exposición.
La obra de Aranda se ocupa de las implicaciones de definirnos como seres en distintas escalas y planos del tiempo. Esta conversación inició con You Had No 9th of May! [¡No tuviste un 9 de mayo!], obra en la que la artista explora la arbitrariedad de la línea internacional del tiempo con la decisión del archipiélago Kiribati de alterarla para revertir la división de su territorio en dos temporalidades. Con su proyecto Time/Bank, en colaboración con Anton Vidokle, trasladó su investigación al reino de nuestros intercambios económicos y la posibilidad de infiltrarlo con un tráfico regido por el goce. Sus piezas más recientes incorporan las escalas tanto microbiológicas como del universo: desde la escapología, que impulsa nuestra exploración del espacio, hasta la búsqueda de la partícula universal y lo que podemos aprender de nuestros cohabitantes terrestres no humanos.

“Que una exposición sobre el tiempo esté llena de trampas no debe sorprendernos. A veces imagino la práctica de Aranda como un performance “houdinesco” vitalicio para escapar de las trampas que ha interiorizado como miembro de la especie humana, y su modus operandi similar al de las arañas: lee el ecosistema que la rodea y traduce la información que recibe en una compleja estructura que ocupa el espacio”, señala la curadora.
En cada obra de Aranda hay una profundidad de texto e investigación encriptadas, pero la poética de sus prolíficos títulos puede funcionar como llave decodificadora. “Se me antojan como una suerte de piedra de Rosetta para descifrar las trampas de pensamiento a las que Aranda da cuerpo en su obra”, concluye Alejandra Labastida.
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