Julián Mitre
Después
del conjuro 2, realizada en 2016, James Wan no había vuelto a
dirigir una película de terror, aunque sí estuvo involucrado ya
fuera como escritor o productor en cintas como las relacionadas a
las sagas del conjuriverso
o Saw
(algunas
buenas y otras bastante olvidables). Pero es en este 2021 que vuelve
a dirigir, escribir y producir una cinta que demuestra cuanto le
gusta el género a este hombre, me refiero a Maligno.
La
película inicia con una serie de vídeos grabados en 1993 dentro de
un hospital donde un grupo de médicos, encabezado por la doctora
Florence
Weaver, tratan a un paciente con problemas psiquiátricos y
habilidades sobrenaturales que incluyen fuerza sobrehumana y la
capacidad de comunicarse por medio de las ondas de radio. Tras un
episodio en que el paciente, de nombre Gabriel, desata una masacre,
la doctora Weaver decide que es momento de eliminar el cáncer.
En
un salto en el tiempo nos encontramos en el presente con una
enfermera embarazada llamada Madison, cuyo esposo es un hombre
abusivo que un arranque de ira la golpea y es, precisamente este
incidente, que de alguna forma hará que Gabriel entre a la vida de
Madison.
La
trama se aleja del tipo de horror visto en cintas como el conjuro, de
exorcismos y casas embrujadas, para acercarse de lleno al cine
ochentero de serie B, y nos recuerda más a películas como It´s
Alive de 1974, dirigida
por Larry Cohen, Basket
Case
(1982) y Brain
Damage
(1988) ambas de Frank
Henenlotter, pero en un tono diferente y con el sello visual
característico de Wan que además trasforma el último tercio de la
cinta en un festín de persecuciones, peleas, disparos y sangre
bastante bien ejecutado.
Maligno
ha levantado opiniones contrarias, sus detractores se quejan de las
inconsistencias (o incoherencias) del guion, que sí, son bastantes;
pero también tiene ese gusto del cine ochentero que a los amantes
del cine B nos gusta tanto pero sin convertirse en una mera copia de
estos.