Por NOÉ ZAVALA
Poder hacer lo que nos gusta, en sí mismo, tiene un valor indiscutible. Primero, porque son pocas las personas que en su vida llegan a descubrir algo que parece tan simple. Y segundo, porque hay que darse o tener el tiempo para hacerlo y dejar de lado cosas, muchas veces más redituables.
Vida mi vida. Historia de un juglar es un documental filmado en el año 2023 en la ciudad de Saltillo, Coahuila, sobre un cantautor de nombre Arturo Marines. A casi nadie le dirá algo este nombre, la prueba está en que así comienza el documental, con el cuestionamiento a personas comunes sobre si lo han oído nombrar, con la obvia respuesta negativa. En seguida se escucha una canción de la autoría de Marines, cuyo estilo se asemeja al de Rockdrigo González, en los acordes, en el matiz de la voz y en volumen con el que se canta.
El documental está dividido en las diferentes etapas en que se ha desarrollado el quehacer artístico de Arturo Marines. En la primera aparece a los veintitantos años de edad en la escena artística de esa ciudad de provincia a principios de los años noventa. Una ciudad que recuerda mucho a la misma San Luis Potosí, no solo por la arquitectura de algunas calles que se aprecian en el documental, incluso pareciera que ambas ciudades respiran el mismo aire, sino por circunstancias que se ven retratadas en relación con un movimiento artístico que irrumpe en una sociedad conservadora y en un gobierno cultural excluyente. Arturo se encuentra con otros músicos y forman una banda llamada Bola Cuadrada: fusión de ideas y sonidos que trataban de escapar de cualquier clasificación, y sobre todo de los oídos de quien no quisiera escuchar realmente.
Creo que a muchos de los creadores les sucede en alguna parte de su proceso, sobre todo si son jóvenes y provienen de un ambiente opresivo: buscan la manera de escapar de su origen para aprender nuevas ideas y formas, o al menos experimentar. En nuestro país, ese lugar es la Ciudad de México. El máximo vertedero de actitudes e ideas que se generan por los millones que ahí viven o sobreviven, en muchos casos. Así sucedió con el cantautor: tuvo contacto con músicos como Mauricio Bieletto y Arturo Meza, el primero, chelista de Chac Mool, y el otro rockero undeground de toda la vida, uno de los que podemos encontrar cualquier noche abordando la línea uno del metro porque va a dar un concierto. Ahí también se volvió conchero, es decir, danzante. Se le veía respirando los humos de copal, al ritmo de tambores y flautas, en el mismo lugar en donde, desde hace cientos de años, ha sido el lugar de disputas políticas y adoración de dioses. Esto no porque haya sido una atracción del momento, sino por razones más profundas.
De regreso a su lugar de origen, pudo apreciar con otro sentido, tal vez de forma más libre, de lo que estaba construido Saltillo, así que se dio a la tarea de recrearlo por medio de la música y la palabra. Nadie se hace solo, por lo que hizo comunidad con más artistas de diferentes disciplinas en su ciudad. Grabó varios trabajos y es reconocido por su perseverancia en lo que cree y hace.
Su amor por la danza autóctona, y su deseo de pertenecer a uno de estos grupos desde su tierna infancia, cuando su mamá lo llevaba a las festividades religiosas, nos lleva ya casi al final del documental a conocer a Los Matlachines, agrupación de la que forma parte. Se dice que esta palabra proviene del náhuatl matlachin, que significa “danza de los que van delante”. Sus miembros provienen de un mismo linaje, por lo que es difícil que quien no pertenezca a una misma estirpe pueda acceder a este grupo. También, el documental nos lleva a conocer el estudio que Arturo Marines realiza del huarache utilizado como instrumento de percusión por los danzantes; digamos que es la sutileza de un objeto de uso común transformado en arte.
Durante toda su vida, Arturo ha tenido un sueño recurrente, en el cual una viejecita le entrega un paquete. Dijimos que Los Matlachines lo aceptaron como integrante de ellos después de un arduo esfuerzo, pero no lo dotaron del vestuario completo. Después de indagar en dónde poder encontrarlo, llega a una finca que es la misma que tantas veces ha soñado, de donde sale una viejecita que se lo entrega.
Ojalá puedan ver el documental en YouTube para saber más sobre quién es Arturo Marines y, si alguna vez van a Saltillo y lo encuentran, lo reconozcan y lo saluden.
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