Julián Mitre
La productora Cinematográfica ABSA propiedad del actor Abel Salazar fue la
responsable de grandes cintas de horror nacional como El vampiro –mencionada ya muchas veces en esta columna, El barón del terror, La cabeza viviente o La maldición de la llorona, sólo por nombrar
las más conocidas. Muchas de estas cintas eran protagonizadas por el mismo Abel
Salazar como es el caso de El hombre y el
monstruo, dirigida en 1958 por Rafael Baledón.
Ricardo es un periodista que
debe trasladarse a una población lejana para entrevistar a Samuel Magno, un
talentoso pianista retirado que tiene bajo su tutela a la joven Laura, quien
está por debutar y podría convertirse en la mejor pianista del mundo.
Poco antes de llegar a su
destino Ricardo se encuentra con el cadáver de una mujer que sufrió un
accidente de tráfico, pero la posición de su cuerpo y una serie de arañazos en
el rostro le hacen pensar al periodista que se trata de un asesinato. Luego de
este suceso Ricardo logra encontrarse al fin con Samuel, su dominante madre y
la sumisa Laura, quienes parecen ocultar un terrible secreto. La curiosidad de
Ricardo lo llevará a investigar tanto la muerte de la mujer que encontró en la
carretera como la razón por la que Magno se alejó de los escenarios. Merodeando
en la vieja casona, Ricardo se encontrará con una momia oculta tras la puerta
de un closet, siendo este el primero de
muchos horrores que deberá presenciar.
El hombre y el monstruo es
una reinterpretación de Jeckyll y Mr. Hyde, que se nutre además del hombre
lobo, el fantasma de la ópera y Fausto.
El juego de luz y sombras, las magníficas interpretaciones, un monstruo
entrañable -a pesar de sus pocas apariciones y la mala factura del maquillaje-,
junto a una música más que adecuada la vuelven una cinta por demás interesante
para todos los afectos al cine de horror clásico.