Julián Mitre
Ya
en otra ocasión hablamos del Slasher, subgénero del terror que tuvo su mayor
auge en la década de los 80 del siglo pasado y cuya popularidad originó una
serie de cintas producidas en nuestro país, algunas con mejores resultados que
otras, pero que de igual manera se hacen merecedoras de una breve revisión en
de la B a la Z.
Comenzamos con Cazador de demonios, de 1983, dirigida
por Gilberto de Anda y protagonizada por Rafael Sánchez Navarro. Cuenta la
historia de un chamán que luego de ser acusado de matar a un niño es linchado por la gente de su pueblo. El
brujo regresa de su tumba en forma de bestia para cobrar venganza. No es un
Slasher puro pero mezcla elementos de éste con el mito del hombre lobo, un
nahual en este caso.
Dos años después, Rubén Galindo Jr. director altamente influenciado por el cine gore de los Estados Unidos e Italia nos entregaría Cementerio del terror. La trama: un asesino en serie es resucitado accidentalmente por unos adolescentes que realizan un ritual en una cabaña en el momento en que un grupo de niños se encuentran en el panteón donde el asesino fue enterrado. Con claras reminiscencias a La noche de los muertos vivientes y El despertar del diablo (Evil Dead), la cinta obtuvo la Diosa de Plata a Mejor Ópera Prima.
En el 88, gracias al mismo Rubén Galindo Jr., México tendría su propia Nightmare in Elm Street, con la película Dimensiones Ocultas o Don‘t panic por su título en inglés. El día de su cumpleaños un adolescente juega a la ouija y con ello atrae a un poderoso y malvado ser llamado Virgil que se dedica a perseguir al joven en sus sueños y en la vida real. Lo mejor de esta cinta es la pijama de dinosaurios que viste el protagonista el 80% del tiempo.
Galindo se reivindica con Ladrones de tumbas de 1989, el mejor
slasher que dio el cine mexicano. El filme arranca en la época de la colonia
con un monje que ha secuestrado a una doncella con el fin de engendrar al hijo
del diablo. El hereje es detenido por otros monjes cuando le clavan un hacha en
el pecho. En el presente un grupo de saqueadores de tumbas encuentran el lugar
dónde está el cuerpo del monje y le retiran el arma, trayéndolo a la vida e
iniciando la masacre.
Ladrones de tumbas tiene un villano enorme y musculoso, el clásico héroe noble y valiente (el menor de los Almada), y una buena cantidad de explicitas escenas de mutilaciones y asesinatos. Con un poco más de sangre y un par de desnudos Ladrones de tumbas hubiera sido un slahser perfecto.
También en el 89 Pedro
Galindo III, el director de Siete en la
mira, entra al ruedo con Resucitare
para matarlos, una historia de bulling y venganza que resulta ser un sueño
y en el 90 Rubén Galindo insiste con Trampa
Mortal, una cinta que copia bastante a Halloween,
protagonizada por Pedro Fernández, cuya tetralogía del terror trataremos en el
siguiente de la B a la Z.