Néstor Pompeyo Granja
Los
álbumes conceptuales no son sencillos: deben tener una estructura
sólida y una clara orientación de su discurso para que realmente
funcionen como un todo. Y el asunto se vuelve aún más complejo
cuando se trata de un trabajo instrumental. En ese orden de ideas,
“Black stage of night” triunfa por su capacidad de crear espacios
donde la mente puede trazar sus propios guiones, pero siempre dentro
de los límites semánticos que plantea el álbum. Es, como el título
lo indica, un escenario oscurecido hecho para desencadenar misterios,
elaboraciones oníricas y formas ancestrales. Eso sí: sin emplear
una sola palabra. La música ofrece el contexto y, lo demás, depende
de la persona que escucha.
El
proyecto, obra de Simon Heath y Pär Boström, semeja un espacio
perdido entre las atmósferas de alguna vieja novela victoriana y la
tensión amenazante de una película de horror gótico. A veces
parece que las composiciones no son obra de músicos, sino
resonancias espectrales registradas a través de cintas y
dispositivos analógicos: el sonido es viejo, lleno de ecos
letárgicos, casi meditativos, que lo mismo pueden suceder en
dimensiones desconocidas o tras las cortinas de una mansión
abandonada, pero siempre en una zona de penumbra.
El
álbum está dividido en ocho piezas de las cuales ninguna destaca de
manera particular. Es evidente que la obra está pensada para
escucharse en una sola sesión donde cada capítulo se sucede como
continuación lógica del anterior, hasta llegar a un anti-clímax
donde lo importante no es el dinamismo sino la introspección: es un
viaje poderoso hacia dentro, hacia los fantasmas personales de quien
escucha y se rinde a la vivencia. Es el tipo de música que podría
sonar en el vestíbulo del teatro detrás del radiador de Henry
Spencer, en “Eraserhead” (Lynch, 1977).
Pero
si usted es el tipo de persona a la que no le gusta hurgar en sus
propias posibilidades siniestras, no se preocupe: el disco, en su
formato físico, ofrece un cuadernillo interior con textos del propio
Boström que, aunados a las ilustraciones de Heath, funcionan como
una potencial “historia” a la cual la música puede servir de
banda sonora. Personalmente, creo que las intenciones de la obra se
aprecian mejor cuando unx se abandona a experimentarla sin guiones
prestablecidos, pero eso ya es cuestión de los hábitos de escucha
de cada persona. Lo que sí es seguro, es que “Black stage of
night” es de esos discos que, usados de la manera correcta y en el
momento preciso, tienen todo lo necesario para desafiar los diques de
la mente consciente. Es cosa de atreverse, nada
más.
Atrium
Carceri & Cities Last Broadcast, “Black stage of night” [Cryo
Chamber, 2019].