Gonzalo Lizardo
Según Lukács,
la novela histórica moderna nace con el siglo XIX, cuando ciertos autores se
formularon “la cuestión de la verdad histórica en la representación poética de
la realidad”.[1]
Antes de Walter Scott hay autores con temas en apariencia “históricos”, pero
tan solo proyectan a otra época las costumbres de la suya; y también hay novelas,
como El castillo de Otranto, que no desean
representar un período concreto del pasado sino solo ambientar la trama. Para Lukács,
la novela histórica moderna es “consecuencia necesaria de las grandes
revoluciones sociales de los tiempos modernos”,[2] y su
vigencia depende del valor que la sociedad le concede a lo histórico.
Esta vigencia se manifiesta aun en obras que no pretenden inscribirse en el género, como Todos se van de Wendy Guerra: ese amargo pero valiente relato en primera persona sobre las desventuras de Nieve, una niña que crece y se vuelve adulta en un mundo adverso: una Cuba marcada por la Revolución y la Historia, ese doble monstruo que reprime todo anhelo de libertad, de amor, de belleza. La novela habla sobre la búsqueda de la identidad individual en un mundo cada vez más confuso, del que Nieve quisiera escapar, como Ícaro de su laberinto o Stephen Dedalus de su isla.
En resumen, la obra de Guerra cumple cabalmente con la función que
Lukács y Jítrik atribuyen a la novela histórica. Su protagonista sabe leer la
historicidad de lo cotidiano pues padece en carne propia (en la piel, en el
corazón) los acontecimientos políticos y las revoluciones sociales. Cuando
escribe en su diario, “Radio Exterior de España está dando la noticia de la
caída del Muro de Berlín. Se derrumban los muros, la gente le da con todo”, Nieve
intuye que ese hecho tiene un enorme valor histórico pero también personal: “Hay
entre la gente un sentimiento de alegría por los alemanes que se reencuentran,
familias enteras regresando a sus lugares, pero también nos preguntamos qué va
a pasar con nosotros aquí”.[3]
Aunque ahora, cuatro décadas después, los lectores podemos reconstruir
en sus páginas una serie de eventos históricos —el ascenso y ocaso de la
revolución cubana—, la novela no quiere recrear el pasado sino producir un
hecho textual, un evento histórico, un testimonio escrito con la doliente verdad
de su autora. Más que representar la Historia, esta novela —y otras afines,
como Persepolis de Marjane Satrapi— busca
un fin modesto, tal vez, pero profundo: incidir, modificar, documentar la
Historia porvenir.
[1] Lukács, Georg, La novela
histórica, Ediciones Era, México 1966, p. 15.
[2] Ibíd., p. 13.
[3] Guerra, Wendy, Todos se van,
Editorial Anagrama, Barcelona 2006 (Kindle).