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Columna

LAS GLOSAS Y LOS AZARES §LXXIV. LECTURAS PARALELAS: EL FALSO MESÍAS Y EL JESUITA APÓSTATA

Gonzalo Lizardo

Tanto Herejes de Padura como El viaje de Baldassare, de Maalouf hablan de un personaje trágico: Sabbatai Tsevi (1626-1676), un rabino que “borracho de misticismo o de locura” aceptó que era “la reencarnación del siempre esperado profeta Elías”[1] y por tanto el Mesías que anunciaría el Juicio Final. Miles de judíos creyeron en él, remataron sus posesiones y lo siguieron hasta Constantinopla, donde el Sultán ordenó a Sabbatai que obrara un milagro o moriría supliciado: “que se quedara quieto en determinado punto, completamente desnudo, para servir de blanco a los mejores arqueros de la guardia del sultán, y si conseguía que las puntas de las flechas no penetraran en su carne es que era un enviado del cielo”.[2]

Ante este perverso dilema, Sabbatai abjuró de sus pretensiones y se convirtió al Islam. Aunque así esperaba salvar su vida y la de sus feligreses, debió de ser una decisión muy dolorosa. ¿Puede renunciarse a la Fe por fidelidad a esa misma Fe? Ese, justamente, es el dilema central de Silencio, la novela de Shûsaku Endô que narra la denodada lucha de los jesuitas por evangelizar Japón. Detenido por sus perseguidores, el padre Rodrigo es obligado a presenciar el suplicio de sus feligreses mientras un oficial lo amenaza: “si usted apostata, los retiramos inmediatamente de la fosa, les quitamos las ataduras y les aplicamos medicamentos”,[3] pero si se rehusaba, traerían más cristianos japoneses y los torturarían.

“—Cristo apostataría. Lo haría por amor”, le aconsejó entonces Sawano, un exjesuita que había pasado por la misma prueba: “Vas a dar la mayor prueba de amor que nadie haya dado jamás… Los jerarcas de la Iglesia te condenarán. Lo mismo que me han condenado a mí, a ti también te perseguirán. Pero hay cosas mayores que la Iglesia, mayores que la misión, lo que vas a hacer ahora…”[4]

Para su desgracia, el padre Rodrigo cayó en la trampa al creer que la vida de sus feligreses dependía de su elección, cuando en realidad la vida de todos estaba en manos de sus carceleros… o de un Dios que prefería guardar silencio. Pero ese detalle a nadie le iba a importar, mucho menos a la Compañía de Jesús, quien seguramente excomulgaría al padre Rodrigo, incapaz de reconocer que, en ocasiones, no hay nada más cristiano que renunciar a serlo.


[1] Padura, Leonardo, Herejes, Tusquets Editores, México 2013, p. 297.

[2] Maalouf, Amin, El viaje de Baldassare, Alianza Editorial, Madrid 2012.

[3] Endô, Shûsaku, Silencio, Edhasa, Capital Federal 2009, p. 216.

[4] Ídem, pp. 218-219.

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